21 de noviembre de 2006

Mis ancestros del Tirol y su historia. V. 2.0

Los emigrantes de Zillertal de 1837.
Contexto histórico de la emigración de los protestantes de Zillertal hacia Silesia.

Este relato es parte de la historia de muchas familias en el mundo que han sufrido persecusiones injustificadas por sus creencias. Con este pequeño resumen, me sumo a la conmemoración de los 150 años de la llegada a Chile de los primeros colonos tiroleses originarios de Zillertal, entre los que se encontraba mi tatarabuelo Bartholomaeus Kröll.

El Tirol es una región de Europa ubicada en Los Alpes, actualmente dividida entre Austria (Estado de Tirol) e Italia (Provincia de Tirol del Sur). Tiene una extensión de 20.048 km² y una población de 1.169.309 habitantes, la mayoría de los cuales hablan alemán. Las ciudades más importantes son Innsbruck y Bolzano. La región constituyó el Condado principesco de Tirol, perteneciente al Imperio Austrohúngaro hasta 1918, en que fue dividida entre Austria e Italia con el Tratado de Saint-Germain-en-Laye y posteriormente ratificado en el Acuerdo de París (1948).

El Estado de Tirol es uno de los nueve estados de Austria. Su capital es Innsbruck, otras ciudades importantes son Kitzbühel y Kufstein. Tiene fronteras con Alemania, Italia, Suiza y las provincias austriacas Vorarlberg, Salzburgo y Carintia.

El monte Grossglockner en la frontera con Kärnten (Carintia), es la montaña más alta de Austria. Su río principal es el Inn del cual uno de sus afluentes es el río Ziller, que se extiende por el angosto valle de Zillertal.
Desde siempre, los pobladores de este valle fueron inquietos e inconformistas, debido posiblemente, a la múltiple división mundana y clerical que les era propia. Seguramente pocas veces fue fácil para los habitantes aceptar como mandatario político al Príncipe Arzobispo de Salzburgo y como autoridad clerical al Pastor Superior de Brixen (hoy Bressanone).

La falta de libertad, la opresión, la pobreza, los agobiantes impuestos y finalmente también, los disturbios de la Reforma Protestante, abrió los corazones de los habitantes del valle de Zillertal a otras ideas y convicciones religiosas.

La introducción de la religión protestante en el Tirol se remonta hasta los comienzos de la Reforma Luterana. Las ideas Martín Lutero llegaron a Zillertal por medio del comercio migratorio con los países vecinos y la explotación minera con sus obreros provenientes de otros parajes europeos.
A partir de 1524 la religión evangélica se propagó subterráneamente, por lo que se les consintió bastante tiempo debido a diversas razones, como por ejemplo, que nadie se declaraba “Evangélico” en público, pues las reuniones se realizaban secretamente, generalmente en granjas alejadas en donde leían sus escrituras y libros que traían consigo los comerciantes ambulantes desde la Prusia protestante.

Los creyentes en la nueva religión se destacaron principalmente como comerciantes de ganado, herreros; vendedores de artículos de cuero, vasijas para aceite, mineros de granate, etc. Además, también habían llegado comerciando hasta los países protestantes ya que incluso en Hamburgo y Amsterdam existían establecimientos comerciales de Zillertal. Aún así, no todos los simpatizantes se habían atrevido a reconocer su fe en público.

Con el tiempo se comenzó a admitir abiertamente cada vez más creyentes, los cuales, cuando lo dictaminó la razón y la conciencia, algunas veces se opusieron a las autoridades, ya que éstas y la iglesia católica conformaban una sola institución.

Las esperanzas de los católicos se dirigieron a que los “herejes” pudieran volver a encontrar el camino. Eso ocurrió solamente en algunos casos, ya que sabido es que tanto los protestantes de Zillertal como también los estudiantes y los artesanos habían recibido visitas de sus hermanos de la fe, lo que significó que los protestantes habían fortalecido su fe en el lejano Tirol.

En los siguientes decenios los abusos continuaron; se sucedieron reiteradas invasiones, presiones de la Iglesia Católica dominante, edictos represivos y de exilio, anexiones territoriales diversas y restricciones hasta para los funerales.

En 1539 fueron ejecutados sumariamente en el Tirol alrededor de 600 anabaptistas, el grupo más radical de los reformistas. 6.000 de ellos emigraron a Moravia, en aquel tiempo provincia de los Habsburgo.

Nada pudo detener las nuevas creencias y convicciones, por consiguiente, en Zillertal muchos protestantes se opusieron a los esfuerzos contra reformistas católicos quienes comenzaron, entonces, con los exilios forzados.

En 1684, el Arzobispo de Salzburgo obligó a 800 habitantes del Valle de Defreggen en Tirol del Este, sin la posibilidad que los menores de edad acompañaran a sus padres. En 1731 hizo lo mismo con no menos de 22.000 personas, muchos de ellas mineros de sal de la región de Salzburgo, forzándolos a abandonar sus hogares y su Patria ancestral por razones de fe.

El 13 de Octubre de 1781, el Emperador Joseph II promulga el Decreto Imperial de Tolerancia Religiosa. Este Edicto era el punto central de su nueva política eclesiástica, pero luego de su publicación solamente cinco personas se reconocieron abiertamente de religión protestante. Repentinamente esta situación cambió en el año 1826, a los evangélicos como a los simpatizantes, se les denominó oficialmente “Inklinanten” debido a su “Inclinación al protestantismo” los cuales en el Zillertal superior se convirtieron en un movimiento, principalmente en los pueblos de Mayrhofen, Schwendau, Hippach, Brandberg, etc.

En el lapso de diez años más de 400 habitantes de Zillertal dieron a conocer públicamente su fe luterana. Lo indicado en el Decreto de la Tolerancia era claro, sin embargo, entre las autoridades y la Iglesia acordaron buscar la posibilidad de manipular el Edicto. Uno de los artificios jurídicos decía que por la Regla Bávara, en el curso de las guerras Napoleónicas, este edicto había caducado en el Tirol, por lo tanto, se requería una proclamación más reciente. La Iglesia Católica habló del peligro de la manifestación de una “libertad de conciencia desbocada”, de la “manía por lo novedoso”, de “orgullo” y de “arrogancia”.

Según las regulaciones del Decreto de la Tolerancia, si al menos quinientas personas hubiesen reconocido públicamente su fe protestante, podrían haber creado su propia comunidad de culto y se hubieran podido quedar en su patria. El número mínimo requerido no logró alcanzarse por muy poco, ya que algunos no pudieron resistir más las amenazas de los católicos y además otros ya se habían anticipado a ese resquicio.

El 4 de Julio de 1830 el mismo arzobispo de Salzburgo, Augustin Gruber solicitó al Gobierno Tirolés pronunciarse sobre la obstinada persistencia en la separación de creencias, y que los protestantes debían emigrar a alguna de las provincias imperiales y reales, donde existiera adoración no-católica y donde estuvieran sus ministros. Esto lo hizo apoyado por el Emperador Franz I, quien en contra de las intenciones de su predecesor, en un categórico perjuicio a los protestantes, rechazó la petición para el establecimiento de una parroquia evangélica en Zillertal. Sin embargo dictaminó que los protestantes de Zillertal podrían emigrar a otras provincias donde hubiera parroquias no-católicas.

Además, el hecho de que los protestantes no se retractaran en sus demandas, a pesar de que persistió la negativa del cumplimiento de ellas por parte del Emperador, las peticiones mismas, e incluso la ampliación del listado de exigencias, les atrajo la sospecha absoluta de ser “Sectarios” y a éstos no era aplicable el Decreto de la Tolerancia.

El 26 de Noviembre de 1835 llegó un comunicado del Gobierno local de Zillertal, que ordenaba la ejecución de las acciones administrativas más terminantes. Como por ejemplo, no se permitieron compras o la aceptación de arriendos, así como también fue prohibida la entrega de una yarda de tierra por hijo varón. Incluso hubo confiscaciones de libros luteranos, las que posteriormente, fueron prohibidas pues incluían allanamientos de propiedades privadas.

Los Protestantes manifestaban su indeclinable decisión de permanecer unidos y de no separarse, estando en miseria ni en peligro, a lo que las autoridades no supieron cómo reaccionar. En ambos bandos se sentía lo insoportable e insostenible de la situación y todo tendía hacia una decisión final. Finalmente, el Parlamento Tirolés prohibió la formación de una comunidad protestante, “en interés de la unidad religiosa del país”.

Cuando los protestantes se dieron cuenta que sus anhelos no se cumplirían, los tiroleses protestantes Bartholomaeus Heim, Johannes Fankhauser, Joachim Stock y Jakob Brugger solicitaron se les otorgara papeles de viaje con el fin de buscar alrededor de Baviera y de Prusia algún lugar para poder emigrar. Las autoridades en Zell y en Innsbruck se rehusaron ya que temían por su reputación. Una audiencia concedida el 11 de Julio de 1835 en Zell am Ziller con el archiduque Johann (tío del Emperador), terminó por decepcionarlos. En una nueva oportunidad, en un intento desesperado por parte de ellos el Emperador estuvo de acuerdo en autorizarles su partida, terminando con la sentencia: “se quedan como católicos o se van como sectarios sin religión“. Las esperanzas en el nuevo emperador se habían disipado completamente.

El 13 de Julio de 1837 Ferdinand I, “El Bondadoso”, sucesor del Emperador Franz I, dio la resolución al Parlamento Federal del Estado Tirolés para expulsar del país a los 436 protestantes de Zillertal.

En las llamadas “Casas de Instrucción” en cada aldea, los renegados de la iglesia tenían que presentarse con un sacerdote católico a una instrucción religiosa, la que duraba seis semanas. Esta instrucción obligada era una exigencia injustificada que causaba resistencia. Johann Innerbichler decía al ministro todas las veces antes del inicio de la instrucción:

-“Me da lástima, que Usted deba esforzarse en vano. Yo me mantendré como estoy, puede decir lo que quiera…”

Solamente siete Inklinanten volvieron a la fe católica, ocho se quedaron en Austria y los otros 393 protestantes, se decidieron por la emigración.

En el plazo de los cuatro meses siguientes, los protestantes tuvieron que realizar los trámites para la emigración y abandonar el país. Las granjas se tuvieron que vender apresuradamente, a un bajo valor, a menudo las transacciones se realizaron con un simple apretón de manos y muchas de las pertenencias debieron ser intercambiadas principalmente por comida. Por la Fe fueron abandonados padres, hermanos, hermanas, amigos y parientes, incluso esposas e hijos.



El Emperador de Prusia, Friedrich Wilhelm III, fue complaciente con los exiliados y manifestó estar dispuesto disponer una parte de sus posesiones en la zona de Erdmannsdorf en Hirschberg, situadas al borde del Riesengebirge, para que los emigrantes de Zillertal las compraran a precios justos a y se establecieran allí, en donde se fundaron 34 granjas, la mayoría en Erdmannsdorf y seis de ellas en Seidersdorf. La alternativa a Silesia habría sido posiblemente Siebenbürgen (Transilvania). El 20 de Julio de 1837 los Tiroleses recibieron el documento de confirmación de la garantía y que los autorizaba a establecerse en Prusia.

56 años después de emitido el Decreto de la Tolerancia, entre el 31 de Agosto y el 4 de Septiembre de 1837, formando cuatro caravanas, 427 protestantes de Zillertal conducidos por Johannes Fleidl emigraron de su patria hacia el extranjero. Once de ellos emigraron hacia Kärnten (Carintia) y a Steiermark (Estiria), y 416 hacia Baja Silesia.
Para el viaje tuvieron que cargar sus cosas apresuradamente en cajones, canastos, maletas, etc., de a dos o tres familias en conjunto. Los más pobres, entre los que se encontraba Johannes Fleidl, tuvieron que llevar sus pertenencias en carretones de mano. Bartholomaeus Kröll fue más cómodo, pues llevó a su madre y sus cosas en un carruaje tirado por un asno, con lo cual se hizo especialmente famoso al llegar a Silesia. En las cercanías de Hippach existen hasta hoy día tres Tilos que marcan el lugar donde se reunieron los emigrantes para a su triste partida.

“La partida se produjo silenciosamente, con la más íntima participación de la población que se que daba. Fue un acontecimiento que desgarraba los corazones: gente a pie, arrastrando y empujando carromatos, sobre los que yacían ancianos, mujeres y madres, rodeados de niños de diversas edades y sexos. Se olvidó toda diferencia religiosa, reconociendo en los que partían sólo a aquellos con los que se había crecido, en multifacéticos contactos, amistad y parentesco. Llorando se estrechaban las manos y se decía, sollozando, adiós.... En esos días de despedida, en la población entera solamente se apreciaba una atmósfera sombría y triste, pero en parte alguna se escucharon expresiones de rencor o descontento.” (Informe del Juez Regional de Zell a sus superiores, acerca de este acto improcedente de intolerancia en el corazón de Europa).

La ruta fue prefijada para pasar por Salzburgo, Alta Austria, Moravia y Bohemia, Linz, Budweis, Chaslau y Trautenau. Llegaron a la frontera el 20 de Septiembre entrando a Michelsdorf, donde los emigrantes pisaron territorio prusiano por primera vez. Luego llegaron a Schmiedeberg, donde el 22 de Noviembre de 1837 pudieron celebrar oficialmente su admisión en la iglesia Evangélica.
En la zona de Erdmannsdorf los colonos Tiroleses llamaron a su colonia: “Zillerthal” y vivieron particularmente de la lechería. Entendían entre otras cosas sobre jardinería y establecieron una gran hilandería de lino. En 1940 todavía vivían allí 3.000 habitantes, cuya comunidad todavía permanecía según su antigua forma hasta 1945. En 1945/46 los Tiroleses tuvieron que dejar su patria otra vez, junto con todos los demás habitantes de la Silesia alemana obedeciendo al destino impuesto para ellos como víctimas de la Segunda Guerra Mundial. La parte de Silesia en donde estaba la aldea tirolesa, fue anexada a Polonia y hoy se llama Myslakowice y todavía se pueden admirar las casas de los colonos de Zillertal.

Los dos últimos emigrantes fallecieron de edad avanzada en el año 1922, uno en Silesia, el otro en Chile. El libro de la alcaldía de Hirschberg enumera los siguientes nombres, llenos de tradición, de los antiguos propietarios de las granjas: Fleidl, Brugger, Heim, Rieser, Rahm, Oblasser, Lublasser, Strasser, Schiestl, Kröll, Klocker, Innerbichler, Wechselberger, Kolland, Buchberger, Bair, Geisler, Schönherr, Lechner, Hotter, Hechenleitner, etc.

150 años después de la expulsión, en 1987 en Mayrhofen, los obispos católicos Berg y Strecher pidieron perdón a los hermanos de la fe evangélica por la injusticia anterior. A pesar del Decreto de la Tolerancia se sostuvo en el Tirol la necesidad de proteger la unidad confesional del país bajo todas las circunstancias. Los esfuerzos de las autoridades eclesiásticas y laicas para no permitir ningún establecimiento no católico, en este fondo histórico son criticables. Entre los emigrantes había también quienes se convirtieron solo posteriormente en protestantes, ya que entendían la emigración por el momento y en primer lugar como una protesta contra las estructuras de la injusticia económica, de la explotación y los abusos.

Algunos Inklinanten se trasladaron en 1838 desde Prusia hacia Baviera, Rusia, Polonia y Australia. En el año 1856, consideran do las ventajosas ofertas del Gobierno de Chile, varias familias de estos exiliados decidieron emigrar, nueva mente, en búsqueda de una región en que pudiesen sentirse como en casa y que les ofreciera estabilidad permanente. En viajes sucesivos, fueron llegando al Sur de Chile las familias Brugger, Fleidl, Hechenleitner, Heim, Klocker y Schönherr y se establecieron en el Sur veinte kilómetros tierra adentro a orillas del lago Llanquihue, en Punta de los Bajos, en cuyo cementerio se encuentra una lápida con el texto de una de las emigrantes, Teresa Hechenleitner de Klocker quien nació en Zillertal:

«Como niña en Tirol con sus aires montañosos.
De doncella en medio de las flores perfumadas de Silesia.
Entre hijos y nietos en la orilla del tranquilo lago.
Encontró la paz en las tierras de Llanquihue.»

La única familia que no se radicó en Llanquihue fue la de Bartholomäus Kröll, quien en 1859 se asentó con su mujer y sus 7 hijos, 390 kilómetros más al norte en la colonia Humán ubicada en la ciudad de Los Ángeles, en el límite de la en ese tiempo aún no vencida Araucanía de los Mapuche.

Los tiroleses llegaron junto con los demás alemanes, finalmente a lo que sería su patria definitiva, transformando un lugar inhóspito y deshabitado en una región próspera, siendo hoy día una de las zonas turísticas más atractivas del sur de Sudamérica.


Para subrayar la unidad de fe en el Zillertal y, al mismo tiempo, como advertencia para los creyentes de otras religiones, se construyeron, después de la expulsión en 1837, pequeñas iglesias y capillas en diversos poblados, entre otras también la de Burgstallschrofen, la que se puede apreciar desde lejos como símbolo.

Desde la expulsión de los alemanes de Silesia, la colonia tirolesa del antiguo Erdmannsdorf se ha extinguido. ¡La chilena, con sus más de 600 descendientes, vive!


_____________________________________________________________________ Fuentes:
– Eingegrenzt und ausgegrenzt. Tirol und das Fremde. Peter Stöger. (http://www.kult-co-tirol.at/text/anal_f01_08.htm; http://www.1837-auswanderer.de/)
– 150 años de Inmigración Tirolesa en Chile Wolf-Dieter Heim • Martin Reiter • Klaus Weidinger, Documento Conmemorativo, 2006. – www.wikipedia.org
– Traducción y adaptación: Arturo Neumann Bravo, 8 de Septiembre de 2006; 3 de Mayo de 2007.