26 de julio de 2007

La familia Oberg en Chile

En todo este tiempo no es mucho lo que he podido averiguar respecto de los Oberg en Chile. A esta familia la conocí en forma personal al encontrarme con descendientes de dos de sus ramas, al venir a estudiar a Temuco allá por 1988.

Uno de ellos, Julio Oberg, mi compadre, fue mi compañero de curso en la Universidad y formamos un grupo de estudio. Hasta hoy somos grandes amigos y compartimos algo más que el 6,25% de nuestra carga genética. Julio es originario de Los Ángeles al igual que yo, estudiamos en el mismo Liceo ("Juventud del Liceo angelino, esperanza de un mundo mejor..."), nuestros orígenes familiares son del mundo rural, en fin, podría enumerar muchas otras cosas. Él y su esposa María Antonieta Belmar son padrinos de mi segunda hija, Elena.

A la familia Oberg Riffo la conocí en Temuco el año en que llegué gracias a un amigo en común llamado David Contreras. Con el tiempo, el hijo menor de la familia, Patricio llegó a ser el hermano que no tuve y hasta hoy compartimos nuestra admiración por la montaña y el ideal que existe detrás de su símbolo. Viví en su casa como un miembro más de la familia y hasta hoy constituye mi segundo hogar.

Con Patricio mantenemos contacto permanente y un tiempo se dedicó también a investigar los antecedentes genealógicos que lo unían con mi amigo Julio y de hecho fue el descubridor del nexo que había entre ambas familias y la mía. A pedido de él mantengo en reserva este nexo por razones particulares, pero espero que en algún momento se pueda dar la oportunidad de extender esta rama de Temuco. Con Patricio compartimos algo más del 3% de nuestra carga genética.

La familia Oberg se inicia en Chile con el matrimonio entre Guillermo Oberg y Catalina Kröll Wechselberger, hermana mayor de mi bisabuelo Daniel, mencionado en otros artículos de este blog.

No he podido reunir muchos antecedentes de él, pero estoy seguro que su historia es más que interesante. Enrique Lamatta Oberg, a quien aún no conozco en persona, me entregó mucha y valiosa información de los descendientes de esta familia y me mencionó que Guillermo era parte de la tripulación del bergantín Inca (antes llamado Iserbroock), junto a James Crichton, quien también se casó con una Kröll Wechselberger (Anna).

Espero con el tiempo dar a conocer esta historia que se esconde entre las sombras. Por ahora solamente puedo entregar una relación de descendencia, la que se indica a continuación:

Descendientes de Johann Wilhelm Oberg y Catalina Kröll.

5 de mayo de 2007

Bartholomaeus Kröll en Silesia y su descendencia en Chile.

Historia y antecedentes genealógicos.


Luego del largo y penoso viaje del valle de Zillertal a Silesia en 1837 indicado en los acontecimientos narrados en el primer artículo de este blog, mi tatarabuelo Bartholomaeus Kröll, ("Dudlar Bachtal" según la usanza popular en el Tirol), se estableció en la zona del Riesengebirge, en los alrededores del pueblo de Erdmannsdorf (hoy Myslakowice, Polonia) siendo el primer propietario de la parcela N° 7 en Hohenzillertal , que era el nombre con que habían bautizado a uno de los sectores donde habían llegado los inmigrantes protestantes.

Él había viajado junto a su anciana madre Marie Kröll en una carreta tirada por un asno desde el Tirol hasta Schmiedeberg, donde su especial y llamativo vehículo sorprendió a los habitantes y su burro fue más especialmente homenajeado por los jóvenes de Schmiedeberg, los que deseaban montar en los asnos de los tiroleses que llegaban. Esto hacía que los dueños fueran igualmente homenajeados, de modo que los demás tiroleses decían bromeando que ellos traían a sus queridos burros en vez de tener que comprar caballos. En la emigración a Silesia tuvieron más de algún gracioso percance con los burros. Sucedía de vez en cuando que los asnos no querían caminar por lo que había que empujarlos.

A Bartholomaeus Kröll le gustaba mucho cantar. En su mayoría eran canciones religiosas impregnadas de la alegría que llevaba en su corazón. Cuando por las tardes podía cantar con alguien más, era como si el tiempo no pasara para él y hubiera deseado seguir cantando siempre. A menudo se le oía cantar desde la casa o cuando trabajaba en el campo o en el bosque. Lo hacía en voz muy alta y alegre para que le oyeran desde lejos. Tenía buena voz aún cuando su pronunciación era deficiente debido a que le faltaba el paladar y a su labio leporino.

Una vez estaba dando vueltas una avena en su campo en una luminosa noche de Luna llena y cantaba tan fuerte sus canciones religiosas, que eran su dicha y la alegría de su corazón, que sin saberlo, vino a confirmar la creencia de los lugareños en una vieja leyenda que decía que en el monte Höllengraben, que constituía la frontera entre Seidorf y Arnsdorf, después de medianoche bajaba un cortejo fúnebre desde la montaña y se detenía allí en la zona de Hohenzillertal agitando las cruces. De este modo, cada vez que Bartholomaeus Kröll salía al campo a trabajar en las noches de Luna, los lugareños creían oír igualmente los cánticos del cortejo fúnebre de la leyenda y aseguraban haberlo visto bajando desde el cerro...

Posteriormente, luego de casarse, vendió su parcela a Jakob Klocker (otro inmigrante tirolés que posteriormente viajó a Chile) y compró otro asentamiento en la parcela N° 41 en la zona bautizada como Mittel Zillertal por los colonos tiroleses. Su esposa Elisabeth era hermana de Peter Wechselberger, uno de los inmigrantes tiroleses que había quedado ciego y vivía en la casa de solteros de Erdmannsdorf.

Bartholomaeus y Elisabeth tuvieron siete hijos (Catharina, Daniel, Rosine Susanna, Marie, Stephan y Elisabeth) y a menudo debieron luchar contra la adversidad, ya que la parcela se encontraba en medio de un bosque donde la tierra era húmeda pero muy dura, por lo que requería de mucho trabajo y capital. Por desgracia Bartholomaeus no contaba con la mano de obra necesaria ni menos con el capital necesario ya que no poseía riquezas y sus hijos estaban muy pequeños para trabajar, pero poseía algo que muchos no tienen y que es la dicha y el corazón alegre, lo cual demostraba con sus alegres cantos.

Por mucho tiempo Bartholomaeus trabajó como recadero del Municipio. Un día había venido donde Sebastian Rahm, el alcalde, a preguntar si había algún encargo para él. Llevaba una tinaja de harina en la espalda ya que venía del molino y de pronto se le cortó la correa y la harina cayó al suelo. Sebastian Rahm, a quien le gustaba bromear con las buenas personas, pisoteó la harina como por casualidad y grande fue el desconcierto de "Bachtal" que se lamentaba: "¡Mi harina! ¡Mi harina!" Mientras tanto, Sebastian Rahm le dijo que llenara la tinaja con harina fresca de su bodega y que la que quedó en el suelo la recogiera para provecho del ganado. Así el obsequiado siguió feliz su camino.

Sus peculiares aventuras lo obligaron finalmente a dirigirse a Chile, junto a otros inmigrantes y sus siete hijos. El mayor de los varones, Daniel, ya tenía 19 años de edad. De figura delgada, rostro inteligente, llevaba en su modestia y franqueza en su vestir la imagen de un genuino muchacho del Tirol. El mismo joven que escribió una larga carta desde Chile dirigida al alcalde Rahm de Erdmannsdorf. La carta proveniente de Angol con fecha 20 de Mayo de 1871 es la respuesta a otra con noticias de la guerra. Daniel escribió:

«¡Dios os salude, queridos amigos de mi amada patria!

Una gran alegría me dísteis, querido amigo, cuando mi padre me envió tu carta desde Los Ángeles. Me alegro mucho por la minuciosa descripción de la juventud de Zillertal luego de concluida la guerra. Cuando leía los periódicos tenía miedo y estaba preocupado que la sangrienta guerra no tuviera como víctimas a muchos de los nobles compañeros de la escuela, por eso te alabo y le agradezco a Dios que todavía no venga una próxima. Es desgarrador para las familias afectadas.

Al llegar aquí la noticia de la declaración de guerra, los [colonos] franceses gritaban: "¡Que viva el Kaiser!" (a modo de burla porque aseguraban que Francia saldría vencedora en esta guerra). Los alemanes pensaban con lástima en su querida patria. Dos días después hubo un llamado a todos los alemanes de esta república de parte del cónsul de Alemania. Su talento oratorio ablandó incluso a los alemanes más indiferentes. Dio noticias de nuestros hermanos que, con justa razón, se dirigían contra las armas asesinas y solo seguirían el lema "¡Victoria o Muerte!" El sagrado deber de los alemanes de aquí es curar las innumerables heridas y ayudar a sustentar a las viudas y a los huérfanos. La cada vez más despedazada Alemania se fundirá y unirá en un solo reino desde el mar del Norte hasta los Alpes para humillar al enemigo hereditario de Alemania. A las pocas horas se reunieron $31.000 en Valparaíso. Quien pudo, dio en abundancia. El que poco tenía, dio lo que pudo. El tacaño que nada ofreció fue expulsado de todo tipo de agrupaciones y reuniones sociales.

Después de la primera retirada del ejército prusiano de Saarbrück, los franceses festejaron en grande hasta volverse locos en una fiesta triunfal. Unos días más tarde llegó desde Norteamérica un despacho telegráfico en alemán que informaba de la magnífica victoria de los alemanes en Weiβenburg, Wörth, etc. Se pidió guardar silencio hasta que la noticia fuera informada por correo, lo que finalmente ocurrió el 18 de Septiembre en la fiesta de la Declaración de Independencia de España cuando todos festejaban solemnemente en la Plaza de Armas. Para la tarde siguiente los franceses habían invitado a las más altas autoridades locales a un banquete triunfal, cuando a las 2 de la tarde llegó la correspondencia con los periódicos. "Derrota de los franceses" decía el titular. Todo fue prolijamente descrito, se admiró la sorprendente valentía del ejército prusiano, así como la inteligencia de los generales alemanes. No había otro tema de conversación más que la Guerra Franco - Prusiana. Un correo posterior trajo la noticia de la captura de Napoleón y la capitulación en Sedán.

¡Aunque el regocijo alemán era insostenible, es imposible describirlo con la pluma del entusiasmo! Sin embargo, que penosa cantidad de los más nobles hijos y hombres le costó a Alemania. Al leer la lista de los caídos en el periódico chileno, lo único que pude hacer fue desahogar con lágrimas mi oprimido corazón. ¡Oh! Cuántas veces a menudo pensé en los hombres y en la juventud de Zillertal y en lo que había ocurrido en las batallas y en las acciones que había cometido el ejército alemán, etc. Pero también los diplomáticos en Alemania hicieron lo más grande, lo que ellos podían hacer, llevar a cabo, de hecho, la unificación de Alemania. Restauraron el Imperio Alemán y pusieron la Corona Imperial en la cabeza del anciano Kaiser Guillermo.

Los [colonos] ingleses de aquí fueron muy especiales, los cuales muy preocupados preguntaron si la victoria valió por todas las víctimas y la sangre derramada. Yo respondí: "¡Sí! Esta victoria es incalculable para la nación alemana, hasta la más amplia conciencia no puede encontrar límites para esta dignidad: ahora ellos pueden crear un ejército con facilidad, donde antaño solamente a los prusianos les llevó 65 años realizar este cometido."

Los millones de alemanes en el extranjero adquirieron ahora una categoría distinta a la de antes; cuando ahora un cósul alemán exprese su opinión, será escuchado con atención y subordinará su voluntad a los demás extranjeros. Incluso aquí en Angol, cuando los lugareños preguntan de cuál nación es uno, se da la respuesta: "Soy prusiano" (en castellano en el documento original), entonces te miran de la cabeza a los pies con verdadero respeto. ¿Y de dónde proviene la habilidad de los prusianos para todo esto? Viene de la organización militar de Scharnhorst, el fundador, quien trajo la formación y el refinamiento del Espíritu a toda la nación prusiana, ésta fue la cosecha por la cual sembraron el ministro von Stein y el padre Arndt. ¡Y qué es lo que sigue siendo más noble! Que todo el pueblo alemán, los generales del ejército, el Kaiser, todos aclaman: "¡Por la misericordiosa protección de Dios! ¡Por la guía de Dios! ¡A él todos los honores!" ¿Qué hubiera dicho el Perro Cazador (como llaman a Napoleón III en Chile), si se ubiera instalado en Berlin con sus asesinos, como lo hizo el primero (refiriéndose a Napoleón I)? Hubiera dicho que todo había sido por su capacidad, su inteligencia y su genio.

También Usted escribió que los franceses juraron eterna venganza a los alemanes, en lugar de arrepentirse de su propio pecado y ser su orgullosa vanidad la razón por la cual rompieran el curso de los acontecimientos. Pero puedo hacer una mejor crítica a esto, ya que los guerreros alemanes no tuvieron tiempo de aprender la historia de esta nación a fondo, como ocurrió aquí en América. La clase media francesa, cuando puede leer, busca e investiga solamente las historias de Luis XIV y el período hasta la expedición militar de Napoleón I a Rusia. De su descenlace y de los años 1813, 14 y 15 nadie quiere saber. Solamente se han aprendido de memoria las crónicas de Crimea y la batalla de Solferino, el común de la plebe, la clase más numerosa, no quiere otra cosa más que la ley de la selva y la república roja. Sin embargo, la mala hierba más nociva del pueblo francés es su falta de fe ya que desde los más ilustrados hasta los más espontáneos no pueden vanagloriarse lo suficiente ante un alemán, cuando lanzan alguna estremecedora blasfemia a la sabiduría de Dios.

Pero no voy a continuar con estas cosas y les informaré de mi círculo familiar. Mi hermana Rosine se casó un mes después de nuestra llegada a Chile con un inglés quien es dueño de una panadería en la capital, Santiago. Tiene un hijo llamado Roberto. Susanna se casó igualmente con un inglés que es dueño también de una panadería en Valparaíso, la ciudad portuaria más grande de Chile. En esta panadería se procesan 200 quintales diarios de harina. Susanna es madre de dos adorables hijos, un niño llamado James y una niña de nombre Henriette.

El papá, la mamá, mi hermano Stephanus, Marie y Lisl están en la colonia en Los Ángeles. El año pasado el papá compró cerca de 24 cuadras de tierra, además de los 150 acres, todas buenas para la siembra de trigo, en esta primavera cinco pares de bueyes no pudieron financiar la semilla. Tiene 38 cabezas de ganado, y en años futuros, cuando haya instalado riego en los pastizales, probablemente duplicará la cantidad de animales. Nunca hubiera pensado que alguna vez superaría a Sebastian Rahm; su ganado, su campo y su libro de prédica lo son todo para él, no le interesa la política interior ni exterior, en una palabra, sostiene que todo exepto ordeñar, sembrar, cosechar y rezar es una estupidez. Para la recaudación de dinero a beneficio de los heridos en la guerra franco - prusiana, dio $50 ó 66 Thaler con 20 Centécimos (200 Marcos), de lo cual todos se sorprendieron, pues en todas partes lo llamaban "El Económico." Es querido por la gente debido a sus cantos tiroleses, los que todavía siempre canta con inquebrantable voz.

Mi hermana Catharina se casó pronto luego de nuestra llegada; junto a se esposo tienen un gran almacén en Los Ángeles y fueron bendecidos con muchos hijos, siete u ocho, no sé exactamente.

Yo me encuentro a 3 leguas al Sur de aquí en un pueblo recién fundado llamado Angol y tengo equipada una fábrica de cerveza que me tiene satisfecho. Desde la cordillera hasta el Oeste hay una franja de 25 leguas de ancho cubierta de enormes y espesos bosques, de aquí hasta la cordillera de la costa del gran océano occidental, existe un valle de 20 millas alemanas de ancho, la longitud del mismo no se conoce con certeza. Este suelo está lleno de las mejores sementeras de trigo, caudalosos ríos atraviesan este maravilloso valle, el cual está tomado por los araucanos o indios.

Debo mencionar con qué ridículos instrumentos labran la tierra los lugareños. Más de la mitad de los terrenos permanecen sin cultivar, sobre el suelo apenas cultivado desparraman la semilla, pasan por encima un arbusto espinoso y ¡Está listo! Para la cocecha de este año se espera que todos los precios suban a causa de la guerra franco-prusiana, aunque ahora nos informan los periódicos que Alemania no necesitará cereales y Francia no tiene dinero.

Ahora debo terminar. Saluda de mi parte muy sinceramente a todos mis compañeros de escuela, a los tiroleses y a todos los que tuvieron que soportar la guerra. Las heridas que se llevan y padecen, son la memoria más honorable con la que los alemanes pueden recordar lo que hicieron por la patria. ¡Oh, cómo me hubiera gustado estar en las filas! Los que quedaron en el campo de honor, erigieron un monumento a la inmortalidad. Murieron por su patria como la juventud espartana en la batalla de las Termópilas, habiéndose erigido como monumento unos leones de piedra donde figuraban sus nombres; los elementos de la naturaleza han demolido la piedra, pero los acordes de la celebración de ese triunfo los claman miles de años después.

Saluda afectuosamente a tus hijos y a los de Thomas Kröll allá en su granja y diles que yo debería cantar con el poeta alemán Körner:

Glücklich, die Ihr die Tat erfochten,
Ewige Lorbeeren habt Ihr Euch geflochten

("Felizmente, ganásteis en la acción,
los eternos laureles que vos os habéis trenzado")

Desde aquí lloramos la muerte del tercer hijo de Hirner y Rieser de Seidrof. El papá y la mamá os envían muchos saludos y les agradecemos miles de veces por la carta. Muchos saludos al director Hahn con todo respeto, de parte de todos nosotros. Vuestro leal amigo,

Daniel Kröll.»

El profesor Gustav Hahn en su libro "Die Zillertaler im Riesengebirge" escrito en 1887, comenta al respecto:

«Una carta como tal nos llena de satisfacción, y una sociedad alemana como esa debe tener una marca especial en nuestro corazón. ¡Qué lástima que él nunca más estuvo en nuestra patria alemana! Dios le bendiga y proteja a él ya a todos los suyos. Este libro deberá ser un cordial saludo a la distancia. Catharine, Daniel, Rosine, Susanna, Stephan y Marie fueron mis alumnos aquí en Erdmannsdorf y yo recuerdo con alegría cuando los tres primeros se confirmaron aquí.

Catharine, la mayor de las muchachas, venía a menudo a escardar lana con nosotros y con ello se procuraba un pequeño ingreso extra, el cual agradecía y ella siempre vendría de nuevo con buena disposición. Esos son los maravillosos caminos de Dios.»

Cuando Bartholomaeus y su familia decidieron nuevamente emigrar a Chile en 1859, la parcela 41 fue vendida a Sebastian Rahm para que la trabajara su hermano Joseph que había regresado de un fallido viaje de colonización a Australia. Vino entonces un verano tan lluvioso y húmedo, que casi absolutamente nada creció, los cereales tuvieron que cortarse con guadaña y no produjeron nada. La familia Kröll salió con bien de su período de necesidad.

Se embarcaron en Hamburgo y zarparon hacia Chile en 1859 en el bergantín chileno "Inca" al mando del capitán F. Kock, el mismo en el que viajaron mis ancestros Neumann. En el barco venía también otro tirolés de Zillertal, Joseph Hechenleitner a establecerse en la colonia alemana del Lago Llanquihue. Cuando le contaron a Bartholomaeus que esa zona de colonización se parecía mucho en clima, suelo y grandes bosques al Riesengebirge, no quizo sufrir las mismas penalidades que que le habían tocado en Erdmannsdorf y decidió cambiar de lugar de establecimiento en un clima más benigno, fue así como llegó a la colonia Humán en la ciudad de Los Ángeles. Por eso fue el único tirolés de aquel grupo de expulsados de Zillertal que viajó a Chile, que se afincó tan lejos del Lago Llanquihue.

De la descendencia de Bartholomaeus Kröll poseo a la fecha la siguiente información:

- Genealogía de Bartholomaeus Kröll (línea masculina).

- Genealogía de Bartholomaeus Kröll (todos los descendientes).
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Fuente:
"Die Zillertaler im Riesengebirge" de Gustav Hahn, 1887. Versión de Heini Lechner de 1996, Hippach, Schwendau, Tirol, Austria.

Traducción original del documento: Kristel Schälchli Neumann. Los Ángeles, Chile, año 2005.

Revisión y adaptación: Arturo Neumann Bravo. Temuco, Chile, Mayo de 2007.

27 de abril de 2007

Genealogía de Johann Jakob Neumann

Aunque el impulsor de la emigración de la familia Neumann de Stendal, Alemania fue mi tatarabuelo Louis, según lo narrado por él en los escritos precedentes, considero como fundador y cabeza de la familia en Chile a su padre Johann Jakob Neumann, quien fuera el protagonista de los hechos narrados en la primera parte del diario descritos más abajo en este blog.

Johann y su familia emigraron a Chile en 1859, viajando de Hamburgo a Talcahuano en el bergantín "Inca", que anteriormente perteneciera a la firma Godeffroy con el nombre de "Iserbrock".

Luego de los últimos acontecimientos narrados en la tercera parte del diario, realizaron su viaje en carreta a bueyes a la ciudad de Los Ángeles, debiendo pasar una noche en el legendario pueblo de Rere. Posteriormente se establecieron en la "Colonia Humán" ubicada a las afueras de la ciudad en lo que hoy corresponde a las Avenidas Alemania y Gabriela Mistral. Lo acompañaban tres de sus hijos: Friedrich y su esposa e hijos; Wilhemine y su esposo August Schulz con su pequeño hijo; y mi tatarabuelo Louis con su esposa Henriette Klaas y sus hijos F. Carl y F. Julius.

Finalmente, en 1867 viajó a Chile el hijo menor de Johann, Wilhelm Julius junto a su esposa Henriette Praast y su cuñada Louise Praast, a establecerse en Los Ángeles con sus padres.

Según los datos que he logrado recopilar gracias a la ayuda de muchas personas que por ahora es muy largo de enumerar, hasta la fecha tengo registrada la siguiente descendencia de Johann Neumann:

- Genealogía de Johann Jakob Neumann (línea masculina).
- Genealogía de Johann Jakob Neumann (todos los descendientes).

23 de abril de 2007

Diario de mi tatarabuelo Louis Neumann / P III

Parte III


Aquí podría terminar mis memorias si deseara solamente contar las experiencias negativas. Pero puesto que todavía tengo tiempo y oportunidad anotaré algunos otros acontecimientos que sucedieron en el curso del tiempo.

Para el siguiente verano tomé el mismo tipo de trabajo en la aldea de Borstel con el señor Haferland. Aquí encontré todo contrario a mi primer trabajo. Una mesa, sillas, y armario en mi habitación. Todo el cuarto brillaba completamente por la limpieza y todo era de buena calidad y elegancia. Aquí aprendí a conocer a una familia pacífica, amistosa, sin vanidad. A pesar de ser el único criado allí, nunca oí alguna palabra desagradable. Era como si fuera parte de la familia.

Tres hijos y una hija ayudaban a sus padres mayores. La modestia de los patrones y la amistad que experimenté aquí fueron las razones por la que el tiempo se me pasó volando y estaba muy triste cuando llegó el día en que terminó mi servicio. Hubiese querido mucho trabajar allí al año siguiente pero esa temporada ellos habían decidido a dejar sus animales en el establo y no sacarlos a los pastos comunes.

Por esa razón el tercer año encontré un nuevo lugar de trabajo en la aldea de Babens con el señor Lehte. Aquí también todo fue muy provechoso y la familia estuvo satisfecha con mi trabajo. De hecho el señor Lehte deseó contratarme otra vez al año siguiente pero llegó unos días demasiado tarde porque ya había tomado un trabajo en Groβen Möringen con el dueño de la fábrica de ladrillos, el señor Grote. Aquí gané más dinero y aunque tenía mucho trabajo en los días laborables tenía tres Domingos sucesivos libre. Cada cuarto Domingo tenía que mantener el fuego de los hornos hasta que por la tarde el patrón me relevaba en mi puesto. Aquí, también parecía que estuviera todo bien.

Hubiera trabajado un año más aquí si no hubiesen habido cambios en la hilandería de lino en la casa de mi padre. Me interesaba mucho el nuevo método que se utilizaba. Se le llamaba “el método veloz" que era un nombre muy correcto, porque era mucho más rápido y más fácil. Hizo que la mano de obra innecesaria fuera eliminada de las hilanderías. Todo era diferente. La bobina o carrete ahora estaba contenido en una clase de catapulta que podía tirarse hacia adelante y hacia atrás con una mano, sin la necesidad que el tejedor diera vueltas de un lado a otro. En ciudades más grandes este método era bien conocido y gracias a él entraron a nuestra región materiales y telas más finas.

Ya que mi padre no estaba familiarizado con el nuevo método, el señor Storbek, hijo de nuestro benefactor, le había dado la buena idea que contratara jornaleros de fuera de nuestra región que tuvieran conocimiento de estos nuevos métodos. Por eso encontré en una de mis visitas de Domingo dos telares nuevos. Puesto que nadie trabajaba ese día y los empleados habían salido, yo tenía tiempo para mirar y observar todo muy cuidadosamente. Al tiempo comencé a experimentar con el telar nuevo, porque estaba allí cada Domingo en que me encontraba sin trabajar.

Sucedió que una vez que caminaba como casi cada Domingo a la ciudad, me encontré con uno de los hijos de mi segundo patrón, el señor Haferland. Mientras caminaba hacia la ciudad oí pisadas de caballo detrás de mí. Cuando me di vuelta vi a un jinete al trote rápido siguiéndome. Cuando me alcanzó detuvo su caballo y me saludó. Había apenas devuelto sus saludos, cuando él preguntó:

- ”Debemos conocernos. ¿No trabajó para nosotros hace un tiempo?”

Cuando asentí, tuve que contarle lo que había sucedido conmigo en el todo este tiempo y qué estaba haciendo ahora. Entonces él me contó que su padre había vendido la granja pero que había reservado una parte de ella para cuando jubilara. Sus dos hermanos todavía trabajaban allí. Él se había casado y su hermana también. Vivía en Üngelingen, y su hermana en Steinfelde de donde venía ahora. Todos estaban muy bien. Íbamos animadamente conversando cuando llegamos al punto donde nuestros caminos se separaban. Después de que nos deseáramos lo mejor cada uno se fue por su propio camino. Eso fue lo último que oí hablar de esa familia que me había tratado tan bien.

En casa le conté a mi madre del encuentro y cómo él amablemente me había hablado. Además él le había enviado sus mejores saludos. Después de eso me fui al telar donde ya había alcanzado un cierto progreso.

Mi servicio en la fábrica del ladrillo terminó el 11 de noviembre y el domingo siguiente me fui a casa. ¡El lunes iba a probar el moderno método de tejer! Sobrepasó por muy lejos mis capacidades. Tendría que esperar la siguiente oportunidad de intentarlo ya que fui incapaz de lograr alguna tela de calidad con el nuevo telar.

El puesto de mi padre en la hilandería estaba vacante porque él tenía otros deberes que hacer en la granja así es que ocupé su lugar en la hilandería. Pero su telar no tenía el equipo nuevo y realmente no estuve muy a gusto en él. Me relevaron cuando mi hermano Friedrich asumió el control de la hilandería. Había regresado del servicio militar solo un día después de mi regreso de la fábrica de ladrillos. Esa fue la razón por la cual yo, el más joven aprendió el nuevo método primero y tuve que enseñárselo a mi hermano mayor más adelante.

Sucedió lo siguiente. Un jornalero – del mismo nombre que yo – quiso trabajar independientemente. Él poseía un telar nuevo y todos sus accesorios. Pero como todavía no estaba casado y aún no deseaba tener su propio hogar, se instaló en nuestra casa. Él no era solamente tejedor sino que también músico y trabajaba como tal los Domingos en las tabernas y en las plazas. Y ya que los músicos gustan de haraganear, él raramente estaba en su telar los Lunes. A esto le di buen uso. Muy temprano en las mañanas de los Lunes yo iba a su telar. Si yo hubiese tenido que aprender todo solo, habría cometido muchas equivocaciones y me habría tomado mucho tiempo, pero el tejedor extranjero que estaba en el otro telar me enseñó. Me miraba y me corregía. Él era un hombre bueno, sólido y de principios. Me enseñó cada pequeño detalle, de esta manera aprendí rápidamente y muy pronto era tan bueno como mi profesor y si a veces era un poco más rápido que él; entonces era más feliz, como si él hubiese triunfado. De hecho, pienso que nunca se podía enojar porque pasara lo que pasara era siempre modesto y bueno. Él se sentía como en casa y hubiésemos querido que él permaneciera con nosotros, pero las cosas resultaron ser muy diferentes.

Algo para nosotros inexplicable le ocurrió. En nuestra casa comenzaron apariciones de fantasmas que parecían relacionarse con él. Perdió su naturaleza alegre y se volvió ansioso y reservado. Nosotros bromeábamos respecto del fantasma y nos reíamos de ello, dondequiera que llegáramos a sentirlo y a veces incluso le decíamos en voz alta:

- “¡Leopold, aquí viene!”

Él se ponía cada vez más triste.

Y entonces, sucedió que una tarde todos acabábamos de irnos a la cama pero seguíamos estando despiertos. Dormíamos en el segundo piso de la casa y yo incluso lo hacía en el tercer piso en el ático. Mamá estaba aún abajo levantada. Mi hermano Friedrich y Leopold dormían juntos en la misma habitación. De pronto hubo un ruido como si un paquete de ramas secas hubiera sido lanzado escaleras abajo, rodado y caído hacia el primer piso donde mi madre lo oyó el venir. Mi hermano Friedrich tuvo la sensación como si hubiera volado sobre su cama y él había gritado:

- “¡Leopold, aquí está!”

Pero Leopold contestó solamente muy calmadamente:

- “Oh, déjalo que esté.”

Temprano a en la mañana Leopold nos dijo que no podría quedarse más con nosotros que nos tenía que dejar. Cuando le preguntamos por qué, él contestó que no podía decírnoslo. Y aunque le pedimos que se quedara no lo hizo. Se fue el mismo día y nunca oímos de él otra vez, así como tampoco volvimos a saber del fantasma. El espectro se había ido con él...

Mi hermano Friedrich ahora tomó el puesto de Leopold y comenzó a estudiar el nuevo método. Yo ya había comprado mientras tanto el telar y todas las herramientas que mi tocayo - el músico - había poseído. El señor Storbek me había prestado dinero con la condición que cada vez que yo trajera una pieza de tejido, pondría una pequeña cantidad hasta balancear el préstamo. Así pronto tuve mi propio telar y todos sus accesorios. Siempre trabajé para el señor Storbek y fui siempre dichoso. Solamente una vez tuvimos diferencias pero cuando pude probarle que la culpa era suya, él me sacudió las manos con las palabras:

- “Olvidémonos y seamos amigos otra vez, y pienso que nunca pelearemos otra vez.”

Y esa fue la verdad. Nunca tuvimos otro contraste de pareceres y seguimos siendo amigos hasta hoy. Y aun cuando pienso que estoy muy lejos yo siempre tendré a la familia Storbek en mi memoria. Pusieron los fundamentos para toda nuestra prosperidad. Si no hubieran salvado la propiedad de nuestros padres no habríamos podido nunca pagar nuestro pasaje a Suramérica y habríamos seguido estando en la pobreza todas nuestras vidas.

Puesto que nada digno de recordar sucedió en los siguientes años, me saltaré ese tiempo y comenzaré otra vez en el año 1856.

Durante este año me llegué a enterar por primera vez de la posibilidad de inmigrar a Chile en Suramérica. Puesto que me encontraba sin medios, realmente no le presté mucha atención. Pero cuando un año más tarde, Viehmeister, que era hermanastro de mi madre se decidió a inmigrar, tuve repentinamente un gran deseo de intercambiar la vieja patria por América. Pronto llegó una carta de Viehmeister, diciéndonos que había llegado a Chile. No elogió mucho su llegada al nuevo país porque terminó su carta con las palabras: “Cualquiera que estuviera y exista allí puede desear permanecer allí, porque es muy fácil desarraigarse de algo pero es difícil construir una nueva existencia.”

Mi deseo de ir a Chile creció cada vez más. Pronto tomé correspondencia con el agente el señor Düsseldorf en Hamburgo. Con su primera carta me envió un prospecto y me escribió que debía preguntarle cualquier cosa de lo qe quisiera y él me daría toda la información que yo deseara. Realmente no sé por qué me vino el gran deseo de inmigrar porque en Stendal tenía los medios para ganarme la vida por pobre que fuera y yo además estaba trabajando.

Oí historias tristes sobre otros inmigrantes pero pensé que nada como eso podría sucederme. Desatendí todo peligro y tenía solamente una meta: trabajar para comprarme mi propia granja por muy pequeña que pudiera ser. Con esta meta delante de mí utilicé siempre toda mi energía para alcanzarla. No fue fácil porque mis padres estuvieron un muy buen tiempo decidiendo. Los impulsé y animé mucho y muy a menudo. Si no hubieran tenido la innombrable desgracia cercana en su memoria que hicieron tan amargas sus vidas y acrecentaron sentimientos negativos contra su patria, probablemente nunca habrían consentido en viajar. A veces una desgracia puede ser útil.

Y mi buena suerte nunca me ha dejado. Incluso en los tiempos cuando la luz del sol se obscurecía, parecía ser solamente una sombra efímera que desaparece a gran velocidad, por todas partes conocí a buena gente que me ayudó, enseñó y me condujo por el buen camino que me permitió salir adelante.

El agente, señor Düsseldorf al que nunca conocí personalmente, me sirvió muy complacientemente. Tomé completa ventaja de su oferta para informarme sobre todo lo que yo necesitaba saber y me contestó cada de mis preguntas a mi más completa satisfacción. En dos casos él me concedió favores especiales. Me informó que podría elegir los mejores lugares en la nave si pagaba el pasaje un poco antes. Y le pedí otro favor: poner nuestro equipaje sobre la cubierta más baja. Eso me fue concedido aun cuando las cajas eran tres veces más grandes que lo habitual. Él mantuvo su promesa sin tener que recordárselo. Este favor fue muy valioso y muchos otros pasajeros nos envidiaron por ello.

Salimos de Hamburgo en Abril de 1859 esperando que alcanzáramos nuestro nuevo destino muy pronto. Y parecía que ése sería el caso, porque durante la mayor parte teníamos vientos favorables y el capitán esperaba estar en Valparaíso el 18 de Septiembre, para el día de fiesta nacional. Pero las cosas cambiaron. Estábamos bastante cerca del Cabo de Hornos cuando el buen viento se convirtió en una constante tormenta, de modo que tuvimos miedo que la nave se rompiera bajo impacto de las olas. Incluso estuvimos muy cerca de zozobrar porque el timonel parece no haber estado prestando mucha atención ya que una gran ola golpeó el costado de la nave y le dio vuelta de manera que el agua alcanzó el centro de la embarcación. Eso era el 27 de Septiembre a las 4 de la mañana.

Casi todos estaban dormidos. Sólo yo, el cocinero y el ordenanza del capitán acabábamos de comer en la cocina. Si no hubiéramos tenido las paredes de esa cocina protegiéndonos a nuestro alrededor, probablemente habríamos llegado a conocer el mar más de cerca de lo que hubiéramos querido.

La nave se enderezó otra vez lentamente y el cocinero dijo algo como:

- “Que grande fue!”

El capitán la había sentido también y vino a la cubierta baja a calmarnos. Él nos dijo que no nos asustáramos porque esta era una buena nave. Le dije que yo pensaba así también y le agregué:

- “El que no quiera morir en el agua no va a ahogarse!”

Y eso resultó ser lo correcto ya que arribamos sin otro incidente al puerto de Talcahuano el 22 de Octubre, a las 9 de la tarde.

Recién a la mañana siguiente nos sacaron de la nave porque en la oficina de aduanas no había suficiente espacio para todos nosotros, aquellos que nos sentíamos bastante bien fuimos llevados momentáneamente a los viejos cuarteles militares.

Llevó la mayor parte del día llevar todo lo que necesitábamos allá y el día casi se acaba antes de que lo notáramos.

Y allí estábamos: sorprendidos, perplejos, sin pan, sin luz, y no entendíamos el idioma.

Me apresuré a regresar a la aduana a buscar al capitán. Fui muy afortunado en encontrarlo y contarle nuestros problemas. Él estuvo inmediatamente dispuesto a ir conmigo donde el agente y allí demostró ser un amigo en la adversidad. Con su mediación nuestro sustento diario en dinero fue aumentado 30 centavos a 87 centavos por día, una caja de cerillos, una libra de velas, y conseguí tanto pan como deseé. Otra crisis fue superada con la ayuda de un amigo.

Y en el curso de tiempo he encontrado que dondequiera que necesitara a amigo siempre encontré uno. Para mí el refrán es cierto: "Cuando la necesidad es más grande Dios está más cerca..."

Fin del diario.

Diario de mi tatarbuelo Louis Neumann / P II

Parte II


Aquí me detendré por ahora y hablaré de algunos episodios de mi vida que me conciernen.

El año era 1842. Era pleno verano. El centeno y el trigo florecían en la campiña. Un día un hombre joven, llamado Ahl, de la aldea de Belkau vino buscando a un muchacho que quería tomar para el cuidado de sus animales en pastoreo. Pensé que eso satisfaría a mis padres, por lo que decidí tomar el trabajo. En muy breve plazo convenimos respecto del tiempo y los salarios. Algunos días después, luego que mi madre me hubo puesto en orden un poco de ropa, yo alegre comenzaba en mi primer trabajo. ¡Pero con qué decepción me encontraría! ¡Qué diferentes eran las cosas aquí comparado a como estaban en casa!

Ésta no era solamente una pequeña granja desorganizada y mal mantenida sino que eran totalmente descuidados en el lado doméstico.

El hombre que me había empleado tenía cerca de 30 años. Él era el único hijo, aún estaba soltero y había asumido el control la administración de la granja. Su madre aún manejaba la casa y tenía una criada que era la exacta contraparte de la vieja mujer. Una cojeaba, la otra era raquítica. Una era asquerosa; la otra no era limpia. De hecho, si alguien hubiera presionado fuertemente en las paredes de la casa, no habrían podido liberarse sin ayuda de tan pegajosas que estaban. Y tal como el aspecto de estas modelos de hembras era exactamente su capacidad de manejar sus deberes domésticos.

Uno no podía dar una mordida a la comida con apetito, sólo el hambre más grande podía hacer tragar estos repugnantes alimentos. La mantequilla parecía grasa de carreta porque todas las moscas que se habían ahogado en la leche habían sido desmembradas y machacadas sin piedad en la mantequillera. La sopa era una piscina para muchos gusanos. El tocino estaba arañado y medio comido por los gatos. La suciedad en el pan estaba muy escondida, así que yo comía sobre todo el pan seco para guardar del hambre.

Muchas veces deseé abandonar mi servicio pero siempre prevaleció el pensamiento que eso apenaría a mis padres. El tiempo pasó lenta y desagradablemente. Pero pronto las cosas empeoraron.

Aun cuando nada cambió en mis condiciones de trabajo pronto iba a perder el lugar en donde dormía. Hasta antes de la cosecha lo hacía con los criados de la casa, sin embargo la cosecha necesitaba más mano de obra y se tomó un segundo trabajador. Su habitación estaba en el ático de una casa desocupada, en donde vivirían los padres de mi patrón una vez que los obreros se fueran de la granja.

Pasó alrededor de una semana cuando el nuevo trabajador había desaparecido. Volvió dos días más tarde acompañado por su padre. Después que hubieron dicho todo lo que tenían que decir y probablemente expresado sus agravios al dueño de la granja, me dijeron que tenía que intercambiar mis habitaciones con el nuevo trabajador, que de ahora en adelante dormirían en el lugar que yo ocupaba en la habitación de los criados de la granja.

La mujer que me trajo estas noticias se ofreció a mostrarme el nuevo lugar en donde dormiría, así encontraría el camino en la oscuridad. Subí las escaleras detrás de la mujer hasta el ático sobre la casa desocupada. Tan pronto como alcancé el cuarto del ático repentinamente me llené de un terror que nunca antes había experimentado, a pesar de que aún era medio día y no había nada espantoso a la vista.

Bajé las escaleras y alcancé el pasillo al mismo tiempo que la mujer. Por mucho que intenté sugestionarme que este terror estaba solamente en mi imaginación, la sensación no se iba y cuando llegué a mis habitaciones en la oscuridad de la tarde yo estaba aún más asustado. Lo más rápidamente posible me quité mis ropas y salté bajo las frazadas que y temblaba por cualquier cosa que sucediera. Pero todo permanecía quieto. Nada disturbó la calma de la noche. Así y todo, mi ansiedad no se iría hasta que el sueño finalmente me superó.

Al día siguiente me desperté con la brillante luz del día y pude ver cada detalle del cuarto. No encontré nada inusual. Un viejo armario y mi cama; eso era todo que había en la habitación la cual no era muy grande tampoco. Estaba sobre un pequeño pasillo y un pequeño cuarto escaleras abajo. Aunque todo se veía tan agradable e inofensivo no podía sacudirme la intranquilidad de la tarde anterior.

La segunda noche fue casi tan tranquila como la primera, pero y aún luchaba contra esta extraña premonición, la cual se hizo realidad durante la tercera noche y mi espanto no disminuyó de ninguna manera. Esperaba que algo terrorífico sucediera – y sucedió...

Pocas horas debían haber pasado desde la puesta del sol, cuando se oyó como si un perro subiera por las escaleras hacia el ático. Ya que en la granja había un perro guardián yo pensé que podía haber entrado en la casa antes de que hubieran cerrado la puerta por fuera y lo llamé. Pero en vez de venir a mí, se sintió como si hundiera la cabeza sobre los talones, cayó por las escaleras y sin emitir ningún sonido aterrizó en el fondo con un ruido sordo embotado, sólo para volver a subir. Esto se repitió por alrededor de un cuarto de hora y entonces todo después se tranquilizó. Ya que había una distancia de cerca de 15 pies entre la tapa de las escaleras a mi cama, me calmé de nuevo y pronto el sueño me superó.

Cuando desperté por la mañana, los sucesos de la noche estaban aún vívidos en mí y pensé en la posibilidad de encontrar otro lugar para dormir. En el cuarto debajo del ático se encontraba una cama grande (de esas con dosel), pasadas de moda en esos días, pero estaba en uso todavía porque era muy práctica. El techo y las cortinas obscurecían el interior y mantenía las molestas moscas afuera. Además, este pequeño lugar era muy hogareño. Había una mesa, algunas sillas y algunos otras pequeños muebles. Me preguntaba si esto se había dispuesto para el viejo hombre que pasaba dos noches aquí cada semana los Martes y los Viernes. Durante esas dos noches cuando él dormía abajo, nunca oí el menor ruido. Pensé en utilizar esto a mi favor y me deslizaba todas las tardes hacia el cuarto después de que cerraban la puerta de la casa y me tendía en esa agradable cama. Cada mañana ordenaba cuidadosamente las frazadas y me iba de nuevo arriba al ático. Esa era mi manera de intentar escapar del espectro.

Por algún tiempo todo estuvo bien. La cosecha se acabó y los vientos del otoño barrieron las primeras hojas de los árboles. Mi situación había cambiado para mejor. Los animales ahora estaban en los pastos comunes y había hecho amistad con los niños que cuidaban los animales de sus padres.

Cuando en el primer día vieron que raspaba la mantequilla de mi pan, ellos quisieron saber por qué lo hacía y les mostré la repugnante grasa de carreta y a uno de los muchachos llegó a darle náuseas. Él le contó a su madre y ella me envió un emparedado el mismo día y siguió enviándomelos mientras yo seguía yendo a las pasturas. Ahora me sentía mucho mejor, y si hubiera podido hacer algo más permanente en mi fantasmal dormitorio todo habría estado bien. Estaba algo esperanzado que no apareciera el fantasma especialmente porque no sentía pavor en el cuarto de la cama con dosel. Pero al poco tiempo todo cambiaría. Por mucho que algo se posponga, siempre ha de suceder.

Una noche me desperté por un ruido peculiar. Sonaba como alguien golpeara la tela de las cortinas de la cama con un látigo. Tan pronto como estuve completamente despierto me di cuenta que faltaban mis frazadas de la cama. Aun cuando pensé que no tenía ninguna protección no estaba tan asustado. Tenía la sensación como si una mano protectora me protegiera de cualquier daño. Incluso me atreví lo suficiente como para inclinarme fuera de la cama para intentar alcanzar mi manta. Como no pude encontrarla, se me presentó justamente una situación muy desagradable. Rezando a Dios Todopoderoso, esperé. El ruido continuó por alrededor de otros 15 minutos y después terminó repentinamente con un chillido y un silencio mortal cubrió el cuarto.

Aunque no estaba realmente asustado, debo sin embargo haberme estado dando vueltas en la cama porque no podía conciliar de nuevo el sueño. Quizá el hecho de que pasé el resto de la noche destapado y helado era parte de mi incapacidad para dormirme de nuevo.

Al amanecer del día siguiente vi mi manta delicadamente doblada a dos pasos de la cama cerca de la estufa. Aun cuando no fui lastimado en este espantoso suceso no dormí nunca más en ese sitio. Nunca me había pasado algo similar en mi dormitorio del ático. Así que volví allá, determinado de aguardar pacientemente lo que pudiera venir.

El episodio del perro que subió y que cayó nunca se repitió, pero se podía oír cada noche algo así como que alguien caminar de puntillas, muy despacio hacia adelante y hacia atrás, excepto en aquellas noches en que el viejo hombre dormía abajo. Incluso cuando aquel pavoroso ruido estaba muy cerca de mi cama, parecía ser que el fantasma me dejaría tranquilo y nunca intentaría tomar mi manta de nuevo.

Las siguientes ocasiones los ruidos variaron y fueron a veces muy feroces, pues ahora eran de una naturaleza que ni hombre ni animal producirían. Se sentía como si mi ropa que había colocado cuidadosamente en un armario cerca de mi cama fuera violentamente desparramada por todo el cuarto. Podía oír el ruido que hacía al volar por el aire. Cuando vino el amanecer la capa aparentemente no se había movido de donde la había puesto la noche anterior. Lo mismo ocurrió con los azadones, fertilizantes, y escobas que habían sido guardados allí arriba. Los había oído ser lanzados alrededor en la noche, pero por la mañana todo estaba en su lugar. Nunca toqué ninguna de estas cosas que volaron alrededor.

Si eso hubiera sido todo el que hubiera sucedido, habría esperado tranquilamente que las cosas terminaran, porque el furor de esos sonidos duraba siempre solamente un corto período y durante ese tiempo yo me enrollaba firmemente en mi manta, determinado a defender mi cama. Pero con el tiempo llegó a ser peor. Había comenzado con el ruido sosegado y espeluznante como si alguien estuviera gateando suavemente por el piso, aunque esta vez tuve la sensación que ahora venía de debajo de mi cama, yo incluso podía sentir cierto leve roce. Tiré de mis frazadas fuertemente, pensando que pronto todo terminaría como las otras noches, cuando repentinamente fui levantado junto con mi cama y después caí otra vez. ¡Eso ya era demasiado! Lancé mi manta determinado a huir. Estaba listo para salir cuando recordé que la puerta de abajo estaba bloqueada por fuera. Tuve que permanecer donde estaba y ya que todo estaba tranquilo otra vez me calmé y caí eventualmente dormido. Cuando desperté en la mañana la molesta pesadilla estaba vívida en mi mente y decidí que ya no dormiría más en el ático. El establo y el granero estaban llenos de heno y paja y de ahora en adelante dormiría allí.

El 11 de Noviembre mi pesadilla terminó. ¡El día de la liberación ya estaba aquí!

Esa era la fecha convenida para terminar mi contrato. Ya muy temprano por la mañana embalé mis pocas cosas para irme de este miserable lugar. Estoy seguro que estaba de muy buen humor, porque la criada me dijo:

- “Estás tan alegre esta mañana. Nunca te había visto así.”

Contesté:

- “Cómo puedo no estar feliz de terminar mi servicio en este lugar tan desgraciado. Cualquiera que sale de la penitenciaría es feliz y este lugar era mucho peor.”

Cuando sacudí su mano al despedirme ella tenía lágrimas en los ojos y su voz temblaba cuando me deseó lo mejor. Estaba sorprendido de su gran tristeza porque pensaba que ella era incapaz de tales emociones y espero finalmente que ella haya podido encontrar alguna felicidad en su propia vida.

(Continúa en Parte III)

Diario de mi tatarbuelo Louis Neumann / P I

Mi Diario
Parte I
W.L.J. Neumann.
Mis recuerdos y memorias de una mañana de Otoño en el año 1840.
Era muy temprano, antes del alba cuando alguien golpeó insistentemente a nuestra puerta. Debido a que mis padres se encontraban en el corral alimentando a los animales, me apresuré a abrirla, pero tan pronto como corrí el cerrojo, la puerta se abrió violentamente, lo suficiente como para deslizar un pequeño paquete del tamaño de medio hectólitro y luego la cerraron violentamente otra vez desde el exterior. Nadie pronunció palabra alguna y tampoco a ninguna persona cuando me asomé a ver. Como hacía frío, rápidamente volví a la cama y pronto me dormí otra vez. Cuando desperté ya era pleno día y tuve que apresurarme para llegar a la escuela a tiempo por lo que en mi prisa no mencioné a mis padres lo que había sucedido anteriormente, pero sería lo primero que haría cuando volviese a casa al mediodía.
Cuando regresé, el paquete seguía estando en el mismo lugar en donde lo había puesto. Estaba envuelto en una bolsa común y ni siquiera se me ocurrió ver su contenido. Después de que dije a mis padres lo  sucedido, yo hubiese estado a punto de olvidar completamente el asunto, pero este pequeño y discreto paquete dentro de la bolsa sería la catástrofe que se convertiría en el desastre más triste de la vida de mi padre. Y aun cuando yo tenía solamente diez años de edad, nunca he podido olvidarlo.
Mis padres no tenían ninguna idea del contenido del paquete y pensaron que quien lo hubiese dejado muy pronto vendría a reclamarlo. Tuvieron la sospecha de que eran mercancías robadas, e incluso sospecharon que sabían quién lo había traído, pero esta persona mencionada nunca había estado en nuestra casa y yo nunca lo había visto. Aún así, el hermano de esa persona a menudo sí había estado varias veces en casa.
Se sospechaba que nuestro huésped veía secretamente a su hermano, pero yo nunca había oído mencionarlo, aún cuando incluso posteriormente en que lo vi casi a diario cuando años más tarde alquilé un cuarto en casa de él y viví allí por casi un año. Durante todo ese tiempo, nunca vi a ese hermano u oí que lo mencionara. Ninguno de nosotros supo si dicho hermano tenía algún conocimiento del paquete secreto de la bolsa. Pero una cosa era segura; el paquete nunca vino a ser reclamado ni por su dueño ni por quien lo trajera a nuestra casa.
Repito que nunca vi el contenido del paquete pero oí más adelante por las conversaciones que se sostuvieron, que se trataba de joyas y oro. Como el oro juega tan a menudo un rol infame así también esta infamia vino a rondar nuestra casa.
Mi madre imprudentemente había abierto el paquete y no pudo resistir la tentación de tomar un par de pequeños pendientes para dárselos a mi hermana Wilhelmine que era tres años mayor que yo. Como nosotros nunca hubiéramos podido comprar ese tipo de joyas, ella solo deseaba hacer feliz a su hija, pero esta felicidad se transformó en una pena desgarradora.
Al tercer día después de la entrega del paquete, llegó la policía con una orden de registro para buscar un cofre perdido, en caso que mi padre prefiriera no autorizar la búsqueda por su propia y libre voluntad. La repentina aparición del policía quebró el temple a mi padre, tanto que le quitó el habla y bien cerca estuvo de revelarlo todo, porque lo que el policía buscaba todavía se encontraba sobre la vieja mesa y nadie lo miraba.
El policía no sospechó que las mercancías robadas estuvieran abiertamente sobre la mesa, él buscaba algo que estuviera escondido y miraba en cada esquina de la casa, del sótano, del jardín, en cada cajón y en los estantes más pequeños. No se le hubiera escapado ni siquiera un alfiler si es que eso hubiese buscado.
Al final de la búsqueda descubrió los pendientes en el dormitorio de mi hermana, los cuales se llevó consigo. El policía no encontró nada más, pero fue prueba suficiente como para llevar detenido a mi padre, a mi madre y a mi hermana. Después de ocho días fueron liberados debido a la falta de evidencia. Por ahora se habían salvado. Mi padre negó cualquier conocimiento sobre el tema y mi madre declaró que había comprado los pendientes a alguien que ella no conocía, y luego se los había dado a su hija. Aunque el dueño de los pendientes los reconoció como suyos, el juez dijo que perfectamente hubieran podido ser comprados de segunda mano.
La primera pregunta que le hicieron a mi padre fue que si los aretes habían sido sacadas del cofre, a lo que tuvo que decir no, porque nadie siquiera las había pedido. Mi padre no contaba con eso. Él estaba seguro que alguien había sacado ciertamente el paquete de la bolsa pero no podía asegurar quién había sido. Ahora él estaba desesperado. En su perplejidad tomó la desafortunada decisión de traer el paquete al policía creyendo que si el dueño conseguía sus cosas de vuelta, todo estaría bien. Él sabía que no había robado ninguna cosa y estaba seguro que todo el mundo sabía eso también, pero ahora tuvo que beber la copa de dolor hasta el fondo. Tan pronto como el policía tuvo los objetos de valor, tomaron a mi padre detenido otra vez.
En el juicio declaró exactamente cómo había sucedido todo. También le dijo al juez que estaba seguro que alguien había sacado las cosas del interior, a lo que el juez contestó:
- “¡Oh tú hombre desafortunado! Si hubieras enterrado las cosas solamente 10 pies en el jardín de modo que nunca vieran luz del día otra vez, o si me las hubieras traído de inmediato entonces habría podido salvarte, pero ahora todo se ha perdido.”
Mi padre le aseguró nuevamente al juez que no había robado las cosas.
- “Que tú no las robaste no lo he dudado en ningún momento, incluso sé quién es el ladrón. Lo tenemos aquí en custodia, pero él es bastante astuto, que no nos permitió encontrar ni siquiera un alfiler. Ya lo he tenido aquí delante de mí siete veces pero no ha confesado nada. Él podría salvarte pero ya sé que no dirá ni hará nada que pudiera incriminarlo. Él no tiene absolutamente ningún sentimiento. Lo traeré aquí inmediatamente y en tu presencia intentaré lo mejor que pueda para hacer que confiese.”
Después de algunos minutos el mismo hombre que mi padre había sospechado apareció. El juez le imploró para que pensara en lo que tendría que mi sufrir mi padre a causa de sus actos y que podría prevenir tal terrible desgracia si confesara que había traído las cosas a la casa de mi padre.
- “Considera el hecho de que no sólo estás arruinando a un hombre de un momento a otro sino que estás destruyendo a una familia entera para siempre.”
Todo fue en vano, no confesó una palabra. Él mantuvo en todo momento su versión que no sabía nada.
- “Bien, tú otra vez no sabes nada y te conocen como “Labi el ladrón”.
Mi padre fue liberado otra vez y pudo trabajar en la granja, pero después de pasados siete meses llegó la sentencia del tribunal. Fue condenado a 6 meses de prisión, mi madre a 4 meses en la penitenciaría y mi hermana un mes en cárcel. Además de eso tuvieron que pagar todos los gastos de la corte. Eso fue un duro golpe que condujo a mis padres casi a la desesperación. Perderían su amada casa tan duramente ganada. Por mucho que pensaron y planearon no pudieron encontrar ninguna manera de escapar de ese peligro.
En lo triste de la situación el cuñado de mi madre, de apellido Tier (Thiers), vino un día a verlos. Él había enviudado hacía algún tiempo y había oído hablar del apuro de mi padre. Puesto que había tomado una hipoteca de 200 talers o de 600 marcos por nuestra casa, él estaba asustado de perder su dinero y deseó recordarnos la hipoteca. Mi padre le explicó que no había peligro que Tier perdiera su dinero e hizo la sugerencia de venderle la propiedad en el mismo precio de la hipoteca pero solamente por 5 años, transcurridos los cuales mis padres le comprarían la casa nuevamente. Pero Tier no pudo entender la propuesta y dijo:
- “Si te la compro entonces tendrás que irte inmediatamente.”
Mi padre vio que su cuñado no entendía lo que le había propuesto, y le dijo:
- “Pienso que en tal caso yo puedo vender la propiedad a un precio mejor.”
- “Ve tú que yo consiga mi dinero o te demandaré.”
- “No te preocupes, te conseguiré tu dinero cuanto antes.”
Y entonces Tier se fue.
Ahora a mis padres les quedaba muy claro que tendrían que vender la propiedad. Estaban todavía sentados ahí, perdidos en sus dolorosos pensamientos, cuando alguien golpeó a la puerta. Un viejo conocido de ellos de nombre Storbek entró. Después de algunos minutos en que se hablaron sutilezas él dijo:
- ¡“La razón de mi venida! He oído que desean vender su casa.”
Y a la respuesta de mi padre:
- “Sí, lamentablemente tengo que hacerlo”
Él contestó:
- “Lo sé. Solamente puedo darte 600 talers por ella. Sé que ése no es el valor total de la propiedad, pero es todo lo que puedo darte porque no necesito la casa. Si luego deseas comprarla, te la venderé de nuevo por el mismo precio. Hago esto solamente para ayudarte con todos los costos que tienes ahora.”
Mi padre le informó sobre la venta pre acordada que él quería contratar con su cuñado. El señor Storbek contestó:
- ”Eso convendría también, si confías en mí lo suficiente para vender bajo estas circunstancias, podrás tener el dinero de hipoteca mañana. Piénsalo y házmelo saber.”
El señor Storbek se despidió y se marchó. Mis padres pensaron en la oferta por un corto tiempo y decidieron aceptarla, por lo que mi padre le informó a su cuñado que podría venir a retirar su dinero al día siguiente.
En ese día todo fue puesto en orden. Solamente se tuvo que arreglar el inicio de su tiempo de la cárcel. Según la ley de la región se podía determinar cuándo comenzar el tiempo de la condena. Decidieron que la mamá y mi hermana comenzaran el 1 de Noviembre de 1841 y el papá comenzaría el 1 de Diciembre del mismo año. Esto se convino así porque durante el invierno el trabajo en nuestra pequeña granja no era muy arduo.
Una vez cumplida las condenas todos volvieron con buena salud pero lamentablemente durante el transcurso de ese tiempo el señor Storbek había fallecido. Él no pudo ver por sí mismo la conclusión de su buena obra, pero incluso en su última hora él imploró a su familia:
- “¡No defrauden a los pobres Neumann!”
Y no lo hicieron. Mantuvieron su palabra y nuestra armoniosa amistad nunca sufrió ningún quiebre.
(Continúa en Parte II)