1 de octubre de 2018

En búsqueda de los Rolack

Me encontré con este apellido bien temprano en mi vida, al preguntarle a mi papá por el nombre completo de mi abuelo allá por mediados de los años 70. Me indicó que se llamaba Gustavo Adolfo Neumann Rolack e inmediatamente lo incorporé a mi acervo cultural familiar. Luego, cuando aprendí a leer, lo vi en la lápida en donde descansan los restos de mis bisabuelos en el Cementerio General de Los Ángeles.

No mucho más tarde lo volví a encontrar en el nombre de Juana Rolack, la segunda esposa de mi abuelo, quien estuvo presente en varios momentos de mi niñez, y con el nombre de los únicos hermanos de mi abuelo que alcancé a conocer, los tíos Frida, Otto y Oscar Neumann Rolack.

De alguna manera que no recuerdo, se me enseño que la Tante Juana y mi abuelo estaban emparentados, pero nunca lo tuve muy claro. No se conversaba mucho del tema. Lo que sí entendí fue que existían más personas con ese apellido, pero que no conocía y aunque se les mencionó eventualmente en más de alguna conversación, nunca tuve el gusto de conocer a nadie que llevara ese nombre. El origen de esa rama de la familia estaba en un hermano de mi bisabuela Dorotea Rolack, llamado Cristóbal, quien había viajado desde Alemania junto a mi bisabuelo Luis Neumann Klaas cuando estuvo esos años por allá y en donde había conocido a la que sería su futura esposa.

Posteriormente, a fines de 1988 recibimos la visita del primo de mi papá, Alberto Neumann, quien estaba iniciando un proyecto de genealogía de la familia y nos entregó un borrador para que lo pudiéramos completar con información faltante. Recién ahí conocí los nombres de mis tatarabuelos Cristóbal Rolack y Sofía Wilke, padres de Cristóbal y Dorotea, pero no había ningún antecedente sobre su ciudad de origen, por lo que no les dediqué más tiempo en mis investigaciones genealógicas.

20 años más tarde, en la celebración de los 150 años de la colonización alemana de Humán, tuve la suerte y gusto de conocer a varios Rolack, donde destaco a Lorena Rolack por su generosidad en compartir conmigo varios datos de la familia. Y ahí surgió la primera controversia. Según lo que ella había averiguado, el apellido materno de su ancestro Cristóbal era Schulz y no Wilke. Entonces, surgieron varias dudas y conjeturas. ¿Cristóbal y Dorotea eran hermanos solamente de padre y no de madre? ¿Se equivocó el tío Alberto en su investigación? Eso habría sido raro, ya que él entrevistó directamente a los hermanos de mi abuelo. Ya era hora de poner al día la investigación genealógica sobre la familia Rolack en Chile.

Al ya no estar vivos los hermanos de mi abuelo, el primer entrevistado sería el hermano mayor de mi papá, el tío Gustavo Neumann Kröll, quien me confirmó el apellido materno de Dorotea y Cristóbal: WILKE. Además, me nombró a los hijos de Cristóbal. Sin embargo, cuando en 2012 pude tener acceso a los documentos en línea del Archivo Nacional, encontré la posesión efectiva de los bienes de Cristóbal Rolack “CHULK” y Federica “BACLER MITER”, fechada el 26 de julio de 1929. Evidentemente, algunos apellidos estaban mal escritos (Schulz, Bächler y Schmieder), pero el documento era categórico en indicar que el apellido materno de Cristóbal era SCHULZ y no WILKE. Lo bueno del documento fue que corroboró los nombres de los hijos de Cristóbal, que años antes me había indicado el tío Gustavo.

PERO, encontré el registro de matrimonio fechado en la circunscripción de Lumaco el 31 de diciembre de 1889, de Cristóbal 2° Rolack y Federica Bächler en donde se mencionan los nombres de los padres de ambos. En el caso de nuestro estudio, los padres del novio se llamaban Cristóbal Rolack y Sofía WILKE.
Esta información la corroboré más tarde cuando Mónica Neumann Muñoz me facilitó el carné de identidad de su abuela Dorotea Rolack, donde hace clara mención de los nombres de sus padres (Cristóbal Rolack y Sofía Wilke) y además, la ciudad de origen de la familia: SALCHAU.

Bueno, ¿al final era Schulz o Wilke?

La duda me fue aclarada cuando encontré el registro de defunción fechado en Los Ángeles el 8 de abril de 1896, en donde el molinero Cristóbal Rolack de 36 años de edad, inscribe el fallecimiento de su padre Cristóbal Rolack de 67 años de edad, viudo de Sofía WILKE y también declara que el fallecido era hijo de Cristóbal Rolack y de María SCHULZ. Es decir, Cristóbal Rolack Schulz era el padre y Cristóbal Rolack Wilke, su hijo.
Entonces, resuelto el misterio. En el documento de posesión efectiva confundieron los apellidos paternos de ambos Cristóbal, pero surgió otra interrogante: ¿En qué momento llegó a Chile el padre de Cristóbal y Dorotea Rolack?

Para despejar esa incógnita, debí recurrir a los listados de pasajeros de los barcos que zarparon de Hamburgo a Chile, con ciudadanos alemanes. Ahí encontré la lista de pasajeros del vapor Menes, que zarpó de Hamburgo el 11 de noviembre de 1882, en donde se anotan a Christoph Rolack, molinero de 27 años de edad, proveniente de Salchau, en Magdeburg, y a Dorothea Rolack, de 18 años de edad, de la misma ciudad, con destino a Chile.
Encontré otra lista de pasajeros, del Vapor Roma fechada el 30 de noviembre de 1887 en donde se indica como pasajeros a Johann Rolack, de 57 años de edad y a su esposa Sophie, de 67 años, provenientes de Salchau. Les acompañó su hijo Johann Rolack, molinero de 27 años de edad, todos con destino a Talcahuano. Se deduce que Cristóbal viajó de vuelta a Alemania a buscar a sus padres.
Resuelta otra interrogante al descubrir con ambas listas de pasajeros, la llegada a Chile de los padres de Cristóbal y Dorotea, y corroborar la ciudad de origen de los Rolack. Sin embargo había un detalle en la lista del vapor Roma: a los varones se les indica con el nombre de pila de JOHANN, por lo que asumí que ambos se llamaban Johann Christoph (Juan Cristóbal).

Al tener certeza que mi tatarabuela Sofía Wilke había viajado a Chile, comencé la búsqueda de su registro de defunción, puesto que en el de su marido éste era sindicado como viudo. Efectivamente, lo encontré fechado en Los Ángeles el 14 de febrero de 1888, pero no aparecían los nombres de sus padres, ya que quien inscribió la defunción fue su yerno Luis Neumann Klaas y lo más seguro era que no supiera.
Más allá de eso, no pude averiguar. Salchau desapareció del mapa cual pueblo fantasma, ya que en 1937 todos sus habitantes fueron reubicados en los pueblos aledaños y sus edificaciones incorporadas a las bases militares que estaban alrededor, las que fueron bombardeadas en la Segunda Guerra Mundial, perdiendo la pista de todo vestigio de la existencia del pueblo.
¿Qué pasó con los registros? No tuve cómo averiguarlo hasta  2017, cuando Mónica Neumann Muñoz me facilitó un certificado de nacimiento de su abuela Dorotea, emitido en la ciudad de LETZLINGEN. Ahí descubrí que todos los registros de Salchau estaban allá y fue precisamente hacia donde dirigí mi búsqueda, pero no pude tener acceso a ellos recién hasta hace un par de semanas.

Los registros de Letzlingen están en línea solamente entre 1808 y 1874, por lo que es bastante limitada la búsqueda. Sin embargo, de los Rolack pude encontrar lo siguiente:

1) Registro de confirmación de Johann Christoph Rolack el 29 de marzo de 1874.

2) Registro de nacimiento de Marie Karoline Dorothea Rolack el 8 de junio de 1864, tal cual lo indicaba el certificado que enviaron a Mónica de Alemania.
3) Registro de nacimiento de Johann Christoph Rolack, el 13 de diciembre de 1859.
4) Registro de nacimiento de una hermana mayor que Cristóbal y Dorotea, llamada Anna Marie Sophie Dorothea Rolack, nacida el 23 de marzo de 1857.

5) Registro de nacimiento de un hijo muerto el 25 de enero de 1852. No le alcanzaron a poner un nombre.

En todos esos documentos aparecen como padres Johann Christoph Rolack y Marie Sophie Wilke. Sin embargo, del apellido Rolack fue lo único que encontré en Salchau o en Letzlingen, y como no había nada más, busqué los registros del apellido Wilke en la misma ciudad. Ahí encontré un par de datos más que orientaron mi búsqueda:

1) Registro de matrimonio de Wilhlem Ferdinand Wilke, zapatero en Neuhaldensleben, el 15 de noviembre de 1861. Se indica como hijo de Sophie Wilke y padre desconocido, nacido el 20 de febrero de 1844. Es decir, Marie Sophie Wilke tuvo un hijo siendo soltera.

2) Registro de defunción de Marie Karoline Wilke, el 19 de marzo de 1858, nacida el 23 de abril de 1844, hija de Dorothea Elisabeth Wilke, quien había fallecido en Lüderitz. Lo curioso de este registro fue que en las observaciones se indica como padres tutores a Christoph Rolack y a Sophie Wilke y a cinco hermanos: Ferdinand, Friedrich, Dorothee, Gustav y Marie.
3) De esta última, Marie Wilke, encontré el registro de confirmación del año 1867, pero indicaba su domicilio en Kolbitz.

La primera interrogante que me entregaron estos datos fue: ¿Qué haría que un matrimonio establecido, tomara bajo su tutela a 6 niños de otra mujer? La única respuesta que se me ocurrió fue que debían ser hermanas, por lo que reenfoqué la búsqueda en Lüderitz, pueblo que ya me era conocido porque de ahí son originarios los Neumann de mi rama.

Efectivamente, encontré el registro de defunción de Dorothea Elisabeth Wilke el 5 de octubre de 1855, dejando 6 hijos huérfanos y sus padres eran Johann CHRISTIAN Wilke y Dorothea Elisabeth Neumann.
Con esos antecedentes, busqué todo lo que pude de los Wilke en Lüderitz y encontré los siguientes documentos:

1) Registro de nacimiento de los 11 hijos de la mencionada Dorothea Elisabeth Wilke entre 1835 y 1853, todos sin padre conocido. De ellos sobrevivieron los 6 huérfanos adoptados por el matrimonio Rolack Wilke.

2) Registro de defunción de Johann CHRISTIAN Wilke el 17 de marzo de 1811, padre de Dorothea Elisabeth Wilke y esposo de Dorothea Elisabeth Neumann.

3) Registro de matrimonio entre Johann Heinrich Wilke con Dorothea Elisabeth Neumann, indicada anteriormente, el 26 de noviembre de 1813. Menciona a sus padres de ambos: Johann Martin Wilke y Dorothee Elisabeth Zandern, y Jacob Neumann y Dorothea Elisabeth Raneberg. Esta última era la hermana de Johann Jacob Neumann Raneberg, quien viajó a Chile con su familia en 1859 y se estableció en Los Ángeles.
Por la cercanía familiar, asumí que Johann Christian y Johann Heinrich eran hermanos, pero a la fecha no puedo comprobarlo, ya que necesito acceso a documentos anteriores a 1808.

4) Registro de nacimiento de Marie Sophie Wilke el 15 de julio de 1819, y sus hermanos Johann Christian, Marie Elisabeth, Catherine Dorothee, Anna Elisabeth, Anne Dorothee y Johann Friedrich, entre 1813 y 1827.
5) Registro de defunción de Johann Heinrich Wilke el 6 de mayo de 1836.

6) Registro de nacimiento de Wilhelm Ferdinand Wilke, el 20 de febrero de 1844, hijo de Marie Sophie Wilke, hija de Johann HEINRICH Wilke y Dorothea Elisabeth Neumann.

Con estos antecedentes demostré que mis bisabuelos Luis Neumann Klaas y Dorotea Rolack Wilke eran primos en segundo grado.

Pero ¿qué pasó con los Rolack?

Busqué por todas partes. Neuhaldensleben, Kolbitz, mencionados como posibles domicilios en los registros de Salchau. Seguí en Gardelegen, Ottersburg, Altenplathow, Elversdorf, Samswegen, Weteritz, Garlipp, Groß Schwarzlosen, en cuanto pueblo podían haber registros en línea y… NADA!!!

Hasta que en el mapa vi un pueblo un poco más alejado y más grande llamado Tangerhütte en el cual no había buscado, y ¡ahí estaban! Claro que en ese tiempo el pueblo se llamaba Väthen. De estos registros pude obtener los siguientes documentos:

1) Un matrimonio anterior que tuvo Marie Sophie Wilke con Johann Friedrich Köppe, el 10 de octubre de 1847.

2) Nacimiento de un hijo de ambos el 22 de enero de 1848, llamado Christoph Friedrich.

3) Defunción de Johann Friedrich Köppe el 20 de abril de 1848.

4) Matrimonio de Johann Cristoph Rolack con Marie Sophie Wilke, el 30 de noviembre de 1851. Los padres del novio: Johann Christoph Rolack y Catharine Dorothee HEILAND.
¿No habíamos quedado en que era SCHULZ?

Revisé de nuevo todos los registros pensando que se trataba de un error, pero no. ¿Serían otras personas con los mismos nombres? Tal vez, pero muy improbable por lo poco común de los apellidos. Definitivamente el apellido materno de Cristóbal Rolack “el viejo” fallecido en Chile era Heiland.

En el registro de matrimonio de Christoph Rolack y Sophie Wilke se indicaba que la madre del novio (Catharine Dorothee Heiland) había fallecido.

Seguí revisando en Väthen y encontré lo siguiente:

1) Registro de nacimiento de Cristóbal Rolack “el viejo” el 25 de marzo de 1829. Totalmente coincidente con la edad declarada en Chile al fallecer.
2) Registro de nacimiento de sus hermanas Dorothea Elisabeth y Anne Dorothee entre 1825 y 1831. En todos los documentos, la madre era de apellido Heiland. Ni rastros de Schulz.

3) Matrimonio de Johann Cristoph Rolack con Catharine Dorothee Heiland el 5 de junio de 1825. Se mencionan los padres de ambos: Johann Friedrich Rolack y Anna Elisabeth Pennigsdorf, de Väthen, y Johann Nicolaus Heiland y Anna Catharina Elisabeth Weyrich, de Salchau.
4) La defunción de Johann Christoph Rolack el 8 de junio de 1834.

Adicionalmente pude encontrar:

5) La defunción de Johann Friedrich Rolack el 30 de julio de 1812. En ella se menciona a su padre, Andreas Rolack, de la localidad de Schernebeck, cerca de Väthen.
6) La defunción de Anna Elisabeth Pennigsdorf el 25 de noviembre de 1819.
Seguimos la pista de los Heiland en Salchau, pero hasta ahora solamente he dado con los hermanos de Catharine Dorothee entre 1802 y 1815; y dos hermanos de Nicolaus.

Pero la incógnita sigue. ¿De dónde sacaron en Chile que el apellido materno de Cristóbal Rolack (el viejo) era Schulz?

No podía encontrar la defunción de Catharina Dorothee Heiland, pero lo que estaba claro era que había ocurrido entre 1834, cuando falleció su marido Johann Christoph Rolack, y 1851 cuando se casó su hijo.

Considerando que al fallecer Johann Christoph Rolack en 1834, sus hijos tenían entre 5 y 8 años, por lo que era lógico según la época, que la viuda se volviera a casar. Pensé. ¿No se habrá casado con alguien de apellido Schulz? Y busqué los registros de matrimonio de todos los Schulz (o Schulze) entre 1834 y 1851…

… y lo encontré.

El 7 de marzo de 1835, Catharine Dorothee Heiland se casó con Johann Christian Schulze y tuvieron 3 hijos entre 1835 y 1841. Del último hijo debió quedar muy debilitada, ya que falleció el 1 de diciembre de 1841 en Väthen, con el nombre de Cahtarina Dorothee SCHULZE.
Cuando Cristóbal Rolack Wilke inscribe el deceso de su padre en Chile en 1896, le preguntaron el nombre de los padres del fallecido. Evidentemente, como su abuela falleció con el apellido Schulze (que indistintamente se escribe Schulz), declaró ese apellido en el registro, ya que hasta hoy la usanza alemana es que la esposa lleve el nombre del marido.

Queda entonces aclarado el misterio y de paso pude hacer un viaje virtual hacia Alemania y hacia el pasado en busca de mis ancestros Rolack.

Espero que la demás descendencia pueda disfrutar también de esta aventura, complementada con el ÁRBOL GENEALÓGICO DE LOS ROLACK y así recordar a nuestros ancestros quienes abandonaron su patria hace tanto tiempo, en busca de un futuro mejor para sus descendientes.

Arturo Neumann Bravo, en la Araucanía a 1 de octubre de 2018.


29 de julio de 2018

La colonia de Humán. El verdadero inicio de la colonización de La Frontera.


Humán, fue una colonia de alrededor de dos mil cuadras, creada por decreto el 17 de enero de 1859 en las afueras de la actual ciudad de Los Ángeles y figuró hasta 1871 como el puesto de avanzada de la colonización y la civilización, en la frontera norte de los territorios dominados por los indígenas.

Se estableció bajo la estrategia primaria que sostenía que una colonia extranjera era mejor que un fuerte militar para establecer una base sólida y para reducir el bastión de insubordinación frecuente en la zona fronteriza de ese entonces, que minaba el avance civilizador hacia el sur del país, sobre todo luego del levantamiento de 1859 de los pehuenches de Antuco y los mapuches montados del sur.

La colonización extranjera era también una manera de apoderarse de las zonas no incorporadas al dominio efectivo de la República, de poner vastas zonas inexploradas en valor de manera rápida y económica, mediante la combinación de la ocupación militar y el trabajador de la tierra, ya sea en entidades distintas o aglutinadas en uno solo. Al final de medio siglo de proyectos tanto grandiosos como inútiles, o de promesas hayan sido éstas cumplidas o vanas, la colonia Humán fue el primer intento serio de ocupación en el flanco norte de La Frontera.

Para esa época la zona de Los Ángeles se consideraba como una zona fronteriza y es por eso se incluye dentro del decreto de creación de la Provincia de Arauco el 2 de julio de 1852, que comprende los territorios indígenas al sur del Bio Bio y cuya capital fue precisamente la ciudad de Los Ángeles.

Esta Frontera era un refugio de rebeldes, que abarcaba un área que iba más o menos desde la cuenca del Bio Bio hasta el curso medio de río Cruces y recién para la década de 1860 se inició la penetración que llevaría los límites hasta la línea fortificada de Malleco por el norte y hasta el río Toltén por el sur, considerado en la propaganda de reclutamiento en Europa, como el último avance de la civilización. Sin embargo, esta supuesta zona fronteriza jamás fue un bastión inexpugnable, en donde estaban de un lado los blancos y del otro los indígenas, en su mayoría pacíficos y sus crueldades casuales y exageradas por las necesidades de expansión. Al contrario. Era cruzada frecuentemente en ambos sentidos por hordas de comerciantes sin escolta alguna, o por cuatreros y fugitivos de la ley.

Ya en noviembre de 1851, el ministro Antonio Varas había indicado a Vicente Pérez Rosales, entonces en pleno conflicto por el hacinamiento de los colonos de Valdivia, por la poca disponibilidad de tierras, que el gobierno creía que algunos colonos de esa zona podrían mudarse a Concepción, Laja y el potrero de Humán en la jurisdicción de Bío Bío, incluso si continuaban los problemas, podría enviar a los inmigrantes a estas nuevas tierras y abandonar por el momento la idea de colonizar Valdivia. Esa idea no prosperó debido a la solución posterior de adelantar la colonización a orillas del lago Llanquihue.

La idea de traer colonos extranjeros a los potreros de Humán, en línea con las facultades otorgadas al ejecutivo por la ley de noviembre de 1845, resurgió y tomó forma en 1856 y le debe mucho al en ese entonces denigrado y criticado experimento de Llanquihue, pero que gracias a esos fracasos iniciales da sus primeros frutos, en este caso reflejado en la familia Kröll.

A pesar de haber viajado con sus compatriotas tiroleses destinados a la zona de Frutillar, Bartholomaeus Kröll prefirió establecerse con su familia mucho más al norte, en la colonia de Humán recientemente formada por 38 familias de varios países alemanes tales como Brandeburgo, Brunswick, Hesse, Silesia, Tirol y Gross-Meseritz en Moravia. Ellos fueron los pioneros de la verdadera Frontera.

Antes de 1859, este terreno era solo un vasto potrero lleno de pajonales y pantanos entre los esteros Paillihue y Quilque, sin interés para ningún particular, destinado al pastoreo de los caballos del ejército por lo que hasta esa fecha nadie lo había reclamado al Estado. Luego, la mitad del terreno se convierte en tierra de colonización al ser subdividido en una cuarentena de hijuelas destinadas a extranjeros.

El decreto de fundación consideró la entrega a cada colono, de una escritura de propiedad bajo las mismas condiciones que en Llanquihue. La venta o asignación del lote también estaba sujeta a las mismas obligaciones, así como también los mismos beneficios tales como alojamiento a la llegada, transporte a la hijuela asignada, asignación diaria y pensión mensual de 30 pesos durante el primer año, suministros y asistencia en especie reembolsables por 1/5 cada año, deducibles de aduanas etc.

Sin embargo, hubo dos diferencias: La primera fue que los tamaños de los lotes eran la mitad que en el sur, es decir, 12 cuadras por cabeza de familia más 6 cuadras por cada hijo de más de 10 años. Seis meses después, los lotes se reducen a parcelas de 8 cuadras por jefe de familia más 4 cuadras por hijo, bajo el pretexto de la mejor fertilidad del suelo y la proximidad de una ciudad y por ende a un mercado. En segundo lugar, en materia fiscal no hubo cláusulas de exención como el diezmo, patentes, obligaciones militares y todos los demás impuestos a los que estaba sometida la población chilena.

Esto no se debió a omisiones, restricciones o violaciones voluntarias de las disposiciones de la ley de 1845, ya que Humán estaba más allá del Bio Bio y la ley de colonización entendió como límite específico ese río y no su cuenca. Por lo mismo, esta situación no otorgó los colonos los derecho, favores y franquicias de Llanquihue y de ahí fue que surgieron algunos malentendidos de los que Pérez Rosales fue el único responsable. Para él, el río no era una línea divisoria y recluta indiferentemente y en las mismas condiciones para Humán y para el Sur, ofreciendo las mismas ventajas y considerando que el reclutamiento era lo suficientemente difícil como para obstaculizar el proceso con consideraciones sutiles. Pérez Rosales, aún en Alemania reclutando nuevos colonos, le escribió sus observaciones al ministro Ovalle, cuya respuesta fue la del típico funcionario burocrático estatal, tan interesado en el desarrollo como cerrado a la realidad.

Ovalle advirtió sobre la ubicación de la colonia al norte y no al sur del Bio Bio. Especificó además que los colonos debían pagar impuestos, poco, ciertamente, pero consideró que era una cuestión de principios. Para el reembolso al Estado del dinero gastado en ellos, fue de 1/5 cada año, pero aquí desde el segundo año en adelante, a diferencia de Llanquihue, que iniciaba el tercero. Es decir, a los colonos NO SE LES REGALÓ NADA. Todo debieron pagarlo al Estado.

Era de suma importancia evitar cualquier contradicción entre la oferta hecha por el gobierno y lo que efectivamente recibirían los colonos, por supuesto, esta situación fue una verdadera sorpresa para los recién llegados y por ende, no contribuyó para nada a la promoción de la colonia.

Antes de 1857 ya había al menos 10 familias alemanas en Los Ángeles. En 1854 figuraban el Dr. Hantelmann y herrero Klix; dos años más tarde, Augusto Krämer, carpintero que había abandonado el fallido proyecto de Bellavista en la zona de Valdivia, entre otros. A estos les siguieron 4 grupos de colonos tentados por la oferta del gobierno. En total, 36 familias de las cuales 4 llegaron a partir de marzo de 1859, una docena en junio, 10 instaladas el 22 de octubre y las otras a principios de 1860.

A excepción de los colonos procedentes de Brandenburg que vinieron en el bergantín Inca, la decisión de agruparse en la colonia no fue inmediata, sino que demoró entre 6 meses y un año, deambulando entre el Bio Bio y el Malleco, o recibiendo más familias de Valdivia o Llanquihue. Tal fue el caso de los Horn, los Kressin o los Wegner.

Los lotes de terreno no fueron sorteados ni otorgados por orden específico, sino que en la medida que fueron llegando los colonos, escogieron las mejores parcelas, dejando las más malas para los que arribaron al final. Sin embargo, la colonia muy rápidamente fue creciendo atrayendo nuevos colonos desde Valdivia o desde las zonas rurales de Angol, Mulchén, Renaico o Nacimiento, incrementándose las solicitudes de lotes entre 1868 y 1870. La razón de ello, según Wilhelm Jacobs, fue la inseguridad general. Él describe en su diario a su llegada a la colonia, que todos los pueblos de la región estaban expuestos perpetuamente al ataque de los indios y las familias aisladas en los campos vivían en constante amedrentamiento y preocupación. Por lo mismo, Humán en esa época representó un oasis de paz. Esta experiencia concluyente contrasta con los otros ensayos aislados de colonización a lo largo de la línea del Malleco.

En 1870 el ingeniero Teodoro Schmidt se encargó de dividir en 80 lotes adicionales el resto del potrero y los beneficiarios de esta nueva repartición fueron en primer lugar los colonos nacionales de Los Ángeles, a los que se le sumaron en segundo lugar colonos ingleses, que no permanecieron mucho tiempo en la colonia, como los Robinson, Buttler, Kelley, Wood, Squires, Fields, etc., y en tercer lugar, por lo menos la mitad de los hijos de los primeros colonos de alemanes registrados en la lista de espera, como los Bartheld, Drapela, Kröll, Neumann, Stark, Dittus, Busch, Fritz, Krämer, Vyhmeister, etc. Al no haber suficientes tierras, muchos de estos hijos de colonos emigraron a otras zonas del país, principalmente al recién abierto territorio de colonización de Angol y posteriormente al resto de la Araucanía.

El resultado aparente fue una rápida prosperidad, pero no sin cierta reticencia de parte de las autoridades, como lo prueban dos informes de Urrutia con solo un año de distancia. El primero, del 4 de mayo de 1872, enfatiza el paciente trabajo del colono, el orden y la distribución de las quintas y celebra la influencia de Humán en todo el departamento de la Laja. Al año siguiente indica que el trabajo colono siempre es valioso, pero manifiesta tendencias egoístas, oculta sus actividades y conocimientos cuidadosamente, que solo los comunica de mala gana a los nacionales y solamente si hay una necesidad, se pone en contacto con ellos.

Las fuentes y referencias chilenas se detienen en los límites de la colonia sin penetrar en su interior, viendo solamente los efectos e influencias hacia afuera, sin siquiera sospechar crisis internas.

Humán era lo opuesto a una colonia de amigable. Durante tres cuartos de siglo, fue un espacio cerrado donde existieron muchas disputas, precedidas en su mayoría por discordias nacidas en los barcos durante el viaje a Chile. La mala distribución de las tierras o problemas de límites, fortificaron aún más las divisiones y con el tiempo aparecieron las distintas facciones rivales. Estas diferencias pudieron también deberse a las particularidades y antagonismos propios de las zonas de origen de los colonos, como por ejemplo, las rivalidades entre los originarios de Hesse y los Westfalianos, o los prusianos con los de Europa Central. Al final se trataba de la eterna diferencia entre riqueza y pobreza, las diferencias religiosas, las afinidades personales y las antipatías insuperables que terminan por encerrar a cada grupo en la dureza y la desconfianza hacia los demás.

El resultado de lo anterior fue un sorprendente desastre que terminó en convertir a la colonia Humán en un agregado de grupos rivales que evitaban todo contacto y que a los 20 años de su formación quedó atrapada en el odio, además de la consecuente endogamia y consanguinidades, de la que solamente tres familias pudieron librarse al ser más abiertos a sus vecinos.

Este comportamiento era generado, por un lado, simplemente por la codicia y el afán de hacer rápidamente alguna fortuna. Como consecuencia, los niños que fueron naciendo y creciendo eran utilizados tempranamente en las labores del campo y así enriquecer el clan familiar. A nivel espiritual, no existía nada que aglutinara a los colonos alrededor de una fe. Al contrario, se encontraban completamente desamparados y la primera generación nacida en Chile era totalmente analfabeta, incluso el terreno reservado para la escuela fue utilizado para labores agrícolas que generaban utilidades.

Por otro lado, esa desconfianza hacia los vecinos chilenos fue acrecentada por los continuos engaños a los que fueron sometidos los primeros colonos, al venderles bueyes con los cachos quebrados, es decir, inútiles para las labores agrícolas, carretas en mal estado, harina vencida, madera apolillada, sin dejar de mencionar los habituales robos, golpizas, asaltos, violaciones y hasta asesinatos cometidos contra los recién llegados. Bajo ese régimen, y al no existir ninguna garantía de seguridad, era natural que la comunidad se encerrara en su propio mundo y se aislara de la influencia criolla y resolvieran sus problemas a su manera.

Esas son las razones por las que la colonia Humán fue una isla lingüística, agrietada y estancada internamente, sin ósmosis con el exterior, sin un líder que pudiera resolver los problemas, sin un guía espiritual, sin ideales, cuya consecuencia en el corto plazo fue por supuesto, la inercia, la desculturización, la desaparición de los valores; pero curiosamente todo ello no se reflejó hacia el exterior.

Este caos interno será revertido en 1881, cuando ya casi todo parecía consumido por el odio. Desde Puerto Montt llegó el pastor Schenk, quien fue el artífice de la renovación de la colonia y de la regermanización de sus integrantes, estableciendo un directorio y además reclutó en Alemania a un maestro de escuela de 27 años, Benjamin Möhrlen, quién permanecerá en la colonia durante 30 años. Schenk fue para Humán lo que Pfaff fue para Contulmo y Junginger para Frutillar. En un año ya había una nueva cultura alemana y una fe orientada al concepto en que todo el trabajo es un servicio divino.

La colonia Humán escapó así del hundimiento y los sobrevivientes hacia el año 1916, Daniel Kröll de 75 años de edad, Johann Fülla, de 87 y Luise Müller, de 91, pudieron dar su testimonio de las fases del declive y luego de la satisfacción de recuperar y conservar la prosperidad económica colectiva, que ha caracterizado a la idiosincrasia alemana.

Para ese año quedaban 3 grupos de colonos, conformados por 56 familias fieles a la tradición alemana, 7 recuperables y 37 perdidos definitivamente para la idiosincrasia, sumando en total, 410 personas.

El primer grupo de colonos poseía 77 casas o mansiones, en donde 16 familias tenían al menos 2 casas y empleaban a 127 trabajadores chilenos en una superficie sumada de 906 hectáreas. Este grupo incluye a los colonos Bartheld, Baier, Drapela, Lammich, Neumann, Rogge, etc., y a 43 artesanos y comerciantes tales como hermanos Jakobs, Georg Stöber, Alfred Wechsler, Wilhelm Oberg, etc. Muchos se habían unido a las familias alemanas de Los Ángeles, cuya área urbana se extendió hacia los límites occidentales de la colonia. En la segunda categoría, tres familias no tenían nada y 4 eran dueños de 63; 25; 19 y 13 hectáreas respectivamente. El grupo restante, vivía en una depresión económica innegable, en una completa asimilación y a veces el anonimato social, ya que 25 familias que vivían de las labores agrícolas no pudieron prosperar y 12 de ellas eran propietarias de una superficie sumada, que apenas superaba las 200 hectáreas de terreno.

Solo dos familias destacaron por haberse enriquecido mucho: la de Daniel Kröll, llegado en 1859, llegó a tener más de 3000 hectáreas en la región y más de 120 familias chilenas a su servicio. La otra es la de Luis Dittus, titular de mil hectáreas, de quien no hay mucha más información.

A pesar de que el avance civilizador de la colonia Humán hacia el sur, se vio interrumpido desde el principio por los levantamientos indígenas que se acrecentaron hasta terminada la Guerra del Pacífico, no fueron pocos los inmigrantes que vieron a la ciudad de Los Ángeles y sus alrededores, como un polo de desarrollo agrícola, comercial e industrial, gracias a la presencia de los colonos alemanes establecidos en 1859. Nuevas familias desertoras del proceso de colonización de la Araucanía fueron estableciéndose alrededor de la antigua colonia angelina, incorporando distintas nacionalidades como suiza, italiana, alemana, etc., a la riqueza cultural y al desarrollo de la zona del Bio Bio.

Fuente: Jean-Pierre Blancpain. Les Allemands au Chili (1816 - 1945).
Adaptación: Arturo Neumann Bravo.