29 de julio de 2018

La colonia de Humán. El verdadero inicio de la colonización de La Frontera.


Humán, fue una colonia de alrededor de dos mil cuadras, creada por decreto el 17 de enero de 1859 en las afueras de la actual ciudad de Los Ángeles y figuró hasta 1871 como el puesto de avanzada de la colonización y la civilización, en la frontera norte de los territorios dominados por los indígenas.

Se estableció bajo la estrategia primaria que sostenía que una colonia extranjera era mejor que un fuerte militar para establecer una base sólida y para reducir el bastión de insubordinación frecuente en la zona fronteriza de ese entonces, que minaba el avance civilizador hacia el sur del país, sobre todo luego del levantamiento de 1859 de los pehuenches de Antuco y los mapuches montados del sur.

La colonización extranjera era también una manera de apoderarse de las zonas no incorporadas al dominio efectivo de la República, de poner vastas zonas inexploradas en valor de manera rápida y económica, mediante la combinación de la ocupación militar y el trabajador de la tierra, ya sea en entidades distintas o aglutinadas en uno solo. Al final de medio siglo de proyectos tanto grandiosos como inútiles, o de promesas hayan sido éstas cumplidas o vanas, la colonia Humán fue el primer intento serio de ocupación en el flanco norte de La Frontera.

Para esa época la zona de Los Ángeles se consideraba como una zona fronteriza y es por eso se incluye dentro del decreto de creación de la Provincia de Arauco el 2 de julio de 1852, que comprende los territorios indígenas al sur del Bio Bio y cuya capital fue precisamente la ciudad de Los Ángeles.

Esta Frontera era un refugio de rebeldes, que abarcaba un área que iba más o menos desde la cuenca del Bio Bio hasta el curso medio de río Cruces y recién para la década de 1860 se inició la penetración que llevaría los límites hasta la línea fortificada de Malleco por el norte y hasta el río Toltén por el sur, considerado en la propaganda de reclutamiento en Europa, como el último avance de la civilización. Sin embargo, esta supuesta zona fronteriza jamás fue un bastión inexpugnable, en donde estaban de un lado los blancos y del otro los indígenas, en su mayoría pacíficos y sus crueldades casuales y exageradas por las necesidades de expansión. Al contrario. Era cruzada frecuentemente en ambos sentidos por hordas de comerciantes sin escolta alguna, o por cuatreros y fugitivos de la ley.

Ya en noviembre de 1851, el ministro Antonio Varas había indicado a Vicente Pérez Rosales, entonces en pleno conflicto por el hacinamiento de los colonos de Valdivia, por la poca disponibilidad de tierras, que el gobierno creía que algunos colonos de esa zona podrían mudarse a Concepción, Laja y el potrero de Humán en la jurisdicción de Bío Bío, incluso si continuaban los problemas, podría enviar a los inmigrantes a estas nuevas tierras y abandonar por el momento la idea de colonizar Valdivia. Esa idea no prosperó debido a la solución posterior de adelantar la colonización a orillas del lago Llanquihue.

La idea de traer colonos extranjeros a los potreros de Humán, en línea con las facultades otorgadas al ejecutivo por la ley de noviembre de 1845, resurgió y tomó forma en 1856 y le debe mucho al en ese entonces denigrado y criticado experimento de Llanquihue, pero que gracias a esos fracasos iniciales da sus primeros frutos, en este caso reflejado en la familia Kröll.

A pesar de haber viajado con sus compatriotas tiroleses destinados a la zona de Frutillar, Bartholomaeus Kröll prefirió establecerse con su familia mucho más al norte, en la colonia de Humán recientemente formada por 38 familias de varios países alemanes tales como Brandeburgo, Brunswick, Hesse, Silesia, Tirol y Gross-Meseritz en Moravia. Ellos fueron los pioneros de la verdadera Frontera.

Antes de 1859, este terreno era solo un vasto potrero lleno de pajonales y pantanos entre los esteros Paillihue y Quilque, sin interés para ningún particular, destinado al pastoreo de los caballos del ejército por lo que hasta esa fecha nadie lo había reclamado al Estado. Luego, la mitad del terreno se convierte en tierra de colonización al ser subdividido en una cuarentena de hijuelas destinadas a extranjeros.

El decreto de fundación consideró la entrega a cada colono, de una escritura de propiedad bajo las mismas condiciones que en Llanquihue. La venta o asignación del lote también estaba sujeta a las mismas obligaciones, así como también los mismos beneficios tales como alojamiento a la llegada, transporte a la hijuela asignada, asignación diaria y pensión mensual de 30 pesos durante el primer año, suministros y asistencia en especie reembolsables por 1/5 cada año, deducibles de aduanas etc.

Sin embargo, hubo dos diferencias: La primera fue que los tamaños de los lotes eran la mitad que en el sur, es decir, 12 cuadras por cabeza de familia más 6 cuadras por cada hijo de más de 10 años. Seis meses después, los lotes se reducen a parcelas de 8 cuadras por jefe de familia más 4 cuadras por hijo, bajo el pretexto de la mejor fertilidad del suelo y la proximidad de una ciudad y por ende a un mercado. En segundo lugar, en materia fiscal no hubo cláusulas de exención como el diezmo, patentes, obligaciones militares y todos los demás impuestos a los que estaba sometida la población chilena.

Esto no se debió a omisiones, restricciones o violaciones voluntarias de las disposiciones de la ley de 1845, ya que Humán estaba más allá del Bio Bio y la ley de colonización entendió como límite específico ese río y no su cuenca. Por lo mismo, esta situación no otorgó los colonos los derecho, favores y franquicias de Llanquihue y de ahí fue que surgieron algunos malentendidos de los que Pérez Rosales fue el único responsable. Para él, el río no era una línea divisoria y recluta indiferentemente y en las mismas condiciones para Humán y para el Sur, ofreciendo las mismas ventajas y considerando que el reclutamiento era lo suficientemente difícil como para obstaculizar el proceso con consideraciones sutiles. Pérez Rosales, aún en Alemania reclutando nuevos colonos, le escribió sus observaciones al ministro Ovalle, cuya respuesta fue la del típico funcionario burocrático estatal, tan interesado en el desarrollo como cerrado a la realidad.

Ovalle advirtió sobre la ubicación de la colonia al norte y no al sur del Bio Bio. Especificó además que los colonos debían pagar impuestos, poco, ciertamente, pero consideró que era una cuestión de principios. Para el reembolso al Estado del dinero gastado en ellos, fue de 1/5 cada año, pero aquí desde el segundo año en adelante, a diferencia de Llanquihue, que iniciaba el tercero. Es decir, a los colonos NO SE LES REGALÓ NADA. Todo debieron pagarlo al Estado.

Era de suma importancia evitar cualquier contradicción entre la oferta hecha por el gobierno y lo que efectivamente recibirían los colonos, por supuesto, esta situación fue una verdadera sorpresa para los recién llegados y por ende, no contribuyó para nada a la promoción de la colonia.

Antes de 1857 ya había al menos 10 familias alemanas en Los Ángeles. En 1854 figuraban el Dr. Hantelmann y herrero Klix; dos años más tarde, Augusto Krämer, carpintero que había abandonado el fallido proyecto de Bellavista en la zona de Valdivia, entre otros. A estos les siguieron 4 grupos de colonos tentados por la oferta del gobierno. En total, 36 familias de las cuales 4 llegaron a partir de marzo de 1859, una docena en junio, 10 instaladas el 22 de octubre y las otras a principios de 1860.

A excepción de los colonos procedentes de Brandenburg que vinieron en el bergantín Inca, la decisión de agruparse en la colonia no fue inmediata, sino que demoró entre 6 meses y un año, deambulando entre el Bio Bio y el Malleco, o recibiendo más familias de Valdivia o Llanquihue. Tal fue el caso de los Horn, los Kressin o los Wegner.

Los lotes de terreno no fueron sorteados ni otorgados por orden específico, sino que en la medida que fueron llegando los colonos, escogieron las mejores parcelas, dejando las más malas para los que arribaron al final. Sin embargo, la colonia muy rápidamente fue creciendo atrayendo nuevos colonos desde Valdivia o desde las zonas rurales de Angol, Mulchén, Renaico o Nacimiento, incrementándose las solicitudes de lotes entre 1868 y 1870. La razón de ello, según Wilhelm Jacobs, fue la inseguridad general. Él describe en su diario a su llegada a la colonia, que todos los pueblos de la región estaban expuestos perpetuamente al ataque de los indios y las familias aisladas en los campos vivían en constante amedrentamiento y preocupación. Por lo mismo, Humán en esa época representó un oasis de paz. Esta experiencia concluyente contrasta con los otros ensayos aislados de colonización a lo largo de la línea del Malleco.

En 1870 el ingeniero Teodoro Schmidt se encargó de dividir en 80 lotes adicionales el resto del potrero y los beneficiarios de esta nueva repartición fueron en primer lugar los colonos nacionales de Los Ángeles, a los que se le sumaron en segundo lugar colonos ingleses, que no permanecieron mucho tiempo en la colonia, como los Robinson, Buttler, Kelley, Wood, Squires, Fields, etc., y en tercer lugar, por lo menos la mitad de los hijos de los primeros colonos de alemanes registrados en la lista de espera, como los Bartheld, Drapela, Kröll, Neumann, Stark, Dittus, Busch, Fritz, Krämer, Vyhmeister, etc. Al no haber suficientes tierras, muchos de estos hijos de colonos emigraron a otras zonas del país, principalmente al recién abierto territorio de colonización de Angol y posteriormente al resto de la Araucanía.

El resultado aparente fue una rápida prosperidad, pero no sin cierta reticencia de parte de las autoridades, como lo prueban dos informes de Urrutia con solo un año de distancia. El primero, del 4 de mayo de 1872, enfatiza el paciente trabajo del colono, el orden y la distribución de las quintas y celebra la influencia de Humán en todo el departamento de la Laja. Al año siguiente indica que el trabajo colono siempre es valioso, pero manifiesta tendencias egoístas, oculta sus actividades y conocimientos cuidadosamente, que solo los comunica de mala gana a los nacionales y solamente si hay una necesidad, se pone en contacto con ellos.

Las fuentes y referencias chilenas se detienen en los límites de la colonia sin penetrar en su interior, viendo solamente los efectos e influencias hacia afuera, sin siquiera sospechar crisis internas.

Humán era lo opuesto a una colonia de amigable. Durante tres cuartos de siglo, fue un espacio cerrado donde existieron muchas disputas, precedidas en su mayoría por discordias nacidas en los barcos durante el viaje a Chile. La mala distribución de las tierras o problemas de límites, fortificaron aún más las divisiones y con el tiempo aparecieron las distintas facciones rivales. Estas diferencias pudieron también deberse a las particularidades y antagonismos propios de las zonas de origen de los colonos, como por ejemplo, las rivalidades entre los originarios de Hesse y los Westfalianos, o los prusianos con los de Europa Central. Al final se trataba de la eterna diferencia entre riqueza y pobreza, las diferencias religiosas, las afinidades personales y las antipatías insuperables que terminan por encerrar a cada grupo en la dureza y la desconfianza hacia los demás.

El resultado de lo anterior fue un sorprendente desastre que terminó en convertir a la colonia Humán en un agregado de grupos rivales que evitaban todo contacto y que a los 20 años de su formación quedó atrapada en el odio, además de la consecuente endogamia y consanguinidades, de la que solamente tres familias pudieron librarse al ser más abiertos a sus vecinos.

Este comportamiento era generado, por un lado, simplemente por la codicia y el afán de hacer rápidamente alguna fortuna. Como consecuencia, los niños que fueron naciendo y creciendo eran utilizados tempranamente en las labores del campo y así enriquecer el clan familiar. A nivel espiritual, no existía nada que aglutinara a los colonos alrededor de una fe. Al contrario, se encontraban completamente desamparados y la primera generación nacida en Chile era totalmente analfabeta, incluso el terreno reservado para la escuela fue utilizado para labores agrícolas que generaban utilidades.

Por otro lado, esa desconfianza hacia los vecinos chilenos fue acrecentada por los continuos engaños a los que fueron sometidos los primeros colonos, al venderles bueyes con los cachos quebrados, es decir, inútiles para las labores agrícolas, carretas en mal estado, harina vencida, madera apolillada, sin dejar de mencionar los habituales robos, golpizas, asaltos, violaciones y hasta asesinatos cometidos contra los recién llegados. Bajo ese régimen, y al no existir ninguna garantía de seguridad, era natural que la comunidad se encerrara en su propio mundo y se aislara de la influencia criolla y resolvieran sus problemas a su manera.

Esas son las razones por las que la colonia Humán fue una isla lingüística, agrietada y estancada internamente, sin ósmosis con el exterior, sin un líder que pudiera resolver los problemas, sin un guía espiritual, sin ideales, cuya consecuencia en el corto plazo fue por supuesto, la inercia, la desculturización, la desaparición de los valores; pero curiosamente todo ello no se reflejó hacia el exterior.

Este caos interno será revertido en 1881, cuando ya casi todo parecía consumido por el odio. Desde Puerto Montt llegó el pastor Schenk, quien fue el artífice de la renovación de la colonia y de la regermanización de sus integrantes, estableciendo un directorio y además reclutó en Alemania a un maestro de escuela de 27 años, Benjamin Möhrlen, quién permanecerá en la colonia durante 30 años. Schenk fue para Humán lo que Pfaff fue para Contulmo y Junginger para Frutillar. En un año ya había una nueva cultura alemana y una fe orientada al concepto en que todo el trabajo es un servicio divino.

La colonia Humán escapó así del hundimiento y los sobrevivientes hacia el año 1916, Daniel Kröll de 75 años de edad, Johann Fülla, de 87 y Luise Müller, de 91, pudieron dar su testimonio de las fases del declive y luego de la satisfacción de recuperar y conservar la prosperidad económica colectiva, que ha caracterizado a la idiosincrasia alemana.

Para ese año quedaban 3 grupos de colonos, conformados por 56 familias fieles a la tradición alemana, 7 recuperables y 37 perdidos definitivamente para la idiosincrasia, sumando en total, 410 personas.

El primer grupo de colonos poseía 77 casas o mansiones, en donde 16 familias tenían al menos 2 casas y empleaban a 127 trabajadores chilenos en una superficie sumada de 906 hectáreas. Este grupo incluye a los colonos Bartheld, Baier, Drapela, Lammich, Neumann, Rogge, etc., y a 43 artesanos y comerciantes tales como hermanos Jakobs, Georg Stöber, Alfred Wechsler, Wilhelm Oberg, etc. Muchos se habían unido a las familias alemanas de Los Ángeles, cuya área urbana se extendió hacia los límites occidentales de la colonia. En la segunda categoría, tres familias no tenían nada y 4 eran dueños de 63; 25; 19 y 13 hectáreas respectivamente. El grupo restante, vivía en una depresión económica innegable, en una completa asimilación y a veces el anonimato social, ya que 25 familias que vivían de las labores agrícolas no pudieron prosperar y 12 de ellas eran propietarias de una superficie sumada, que apenas superaba las 200 hectáreas de terreno.

Solo dos familias destacaron por haberse enriquecido mucho: la de Daniel Kröll, llegado en 1859, llegó a tener más de 3000 hectáreas en la región y más de 120 familias chilenas a su servicio. La otra es la de Luis Dittus, titular de mil hectáreas, de quien no hay mucha más información.

A pesar de que el avance civilizador de la colonia Humán hacia el sur, se vio interrumpido desde el principio por los levantamientos indígenas que se acrecentaron hasta terminada la Guerra del Pacífico, no fueron pocos los inmigrantes que vieron a la ciudad de Los Ángeles y sus alrededores, como un polo de desarrollo agrícola, comercial e industrial, gracias a la presencia de los colonos alemanes establecidos en 1859. Nuevas familias desertoras del proceso de colonización de la Araucanía fueron estableciéndose alrededor de la antigua colonia angelina, incorporando distintas nacionalidades como suiza, italiana, alemana, etc., a la riqueza cultural y al desarrollo de la zona del Bio Bio.

Fuente: Jean-Pierre Blancpain. Les Allemands au Chili (1816 - 1945).
Adaptación: Arturo Neumann Bravo.